Zapatero permanece ajeno a la Cumbre financiera que, por otra parte, no ha aportado muchas soluciones a la crisis

La cumbre de Davos se ha saldado con tres importantes mensajes. El primero, liderado por la presidenta alemana, Angela Merckel: es necesario una supervisión mundial. Incluso llega a proponer un Consejo de Seguridad Económico en NNUU. Una especie de mecanismos de alerta temprana. El mensaje es seguido por el Reino Unido en la misma línea de lo ya señalado en la cumbre del G20.
El segundo mensaje proviene de Francia, que alerta del riesgo de estallido social por la crisis. Y es que la OIT advierte que la crisis se llevará consigo 50 millones de empleos en todo el mundo. Mucho. El tercer mensaje es el rechazo a la tentación proteccionista que existe en todos los países. Si España promueve el Made in Spain, en Estados Unidos la tentación también es el repliegue sobre sí misma.
Lo llamativo es que España haya estado absolutamente ausente de la cumbre. Y eso que Zapatero hizo de su asistencia a la cumbre del G20 una cuestión de vida o muerte. Ahora resulta que Davos, donde se resuelven también las decisiones que se deben tomar a nivel mundial no tiene representación española de primer nivel, ni de segundo, ni de tercero. Y así ocurre que los tópicos campan por sus respetos sin que nadie los frene. En la cumbre, alguien se atrevió a decir que España eran toros, sol, paella y crash. Y añadió que nuestro país era un hedge fund, una inversión de elevada riesgo. Por supuesto, exageraba. Pero lo peor es que no había nadie que le parara los pies. ZP estaba muy ocupado en sus citas electorales.