A pesar de noticias como ésta, mi revolucionaria y vanguardista doctrina teológica consistente en amar a Cristo y odiar a los católicos -que son unos pelmazos insufribles- no ha prosperado en el Vaticano.

Por esa razón, nos encontramos con casos como el de mosén Canet, autotitulado capellán de la familia Mas, es decir, del presidente de la Generalitat, Artur Mas. Un cura nacional-rarito o rarito-nacional, según depende.

Mire usted, cuando el nacionalismo convierte a la nación en Dios está cayendo en el fascismo, por mucho que se disfrace de progre. Porque el fascismo no es más que eso: la deificación de la nación.

Si de curas hablamos, está claro que la Iglesia Católica, como su mismo nombre indica, es universal. El problema no es que un católico catalán pretenda la independencia de Cataluña (en mi opinión una gran chorrada, pero respeto a quien piense distinto) pero una cosa es eso y otra convertir a Jesucristo en un medio para afianzar la propia identidad. Una cosa es proponer la independencia de Cataluña y otra bien distinta promover el aborto o dedicarse a insultar a sus superiores y, de paso, al Magisterio.

Muy pesaditos estos curas nacional-raritos. Y si no creen en Dios, ¿por qué no cuelgan los hábitos?

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com