El PIB ha caído en España, incluso un poco más que en Europa en 2007 y 2008, pero el paro no es que suba más que la media de la Unión, es que se dispara de forma desorbitada. Como el país con más paro de los 27, somos el país donde más sube el paro de los 27, un verdadero desastre, la maldición eterna de la economía española: en cuanto la economía flaquea aquí no se produce una pérdida de empleos, sino una verdadera sangría.
Habrá que suponer que algo tendrá que ver esta situación con los costes laborales, asimismo a la cabeza de Europa, propiciados, no por unos salarios desmesurados -todo lo contrario, somos un país de salarios bajos- sino con los elevadísimos impuestos laborales, especialmente las cuotas, que rellenan las nóminas.
Además, éste es el momento ideal para cambiar cuotas por IVA, aprovechando al deflación provocada por la recesión. Reducir las cuotas que pagan empresarios y trabajadores de forma brusca sólo puede compensarse con una subida del IVA. Pues bien, éste es el momento.
No, la Unión Europea no prohíbe subir el IVA, aunque es verdad que intenta homologar de hecho -de derecho no hay manera, porque no hay acuerdo- la fiscalidad indirecta. Pero tampoco nadie podía pensar que comenzaran a nacionalizarse bancos, ¿verdad?
Pero en lugar de reducir las cuotas, lo que ha hecho el Gobierno ZP es inventarse la chufla de los 400 euros, que se ha vendido como una devolución de impuestos al ciudadano, cuando se trata de un préstamo que el Gobierno le ofrece a Juan Español con dinero de Juan Español, y que ése pagará en su momento como un campeón.
Lo que está claro es que la crisis vuelve a plantear con mucha claridad que la fiscalidad, verdadero eje, no de la política económica, sino de la justicia social -concepto más relevante y más olvidado-, debe cambiar según un mecanismo muy simple: no hay que juzgar a la gente por lo que gana, sino por lo que gasta. El IVA no es de derechas ni de izquierdas -al menos, yo ya no tengo claro cuál es cuál-, sino la manera más justa de contribuir a sufragar los gastos públicos, dado que cuando se dispone de un sistema de ahorro avanzado, las rentas se convierten automáticamente en inversión. Que cada cual gane lo que quiera, siempre que a la hora de disfrutarlo, distingamos entre el IVA del pan y el IVA del yate, y obliguemos al rico a pagar sus lujos en beneficio del pobre (¿A que suena antiguo hablar de ricos y pobres? Pues los hay hoy, unos y otros, igual que hace 100 años). Y un IVA graduado: la escala de tipos debe ser mucho más amplia que en la imposición directa. Cuanto mayor sea la escala, más justo será el impuesto.
Y a cambio, bajar los gravámenes sobre el trabajo para facilitar la contratación.
Cuota por IVA: es el momento. Justo ahora, cuando el peligro no es la inflación, sino su contrario.
Eulogio López
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