Un fracaso: eso es lo que ha sido la Cumbre UE- Hispanoamérica -me niego a hablar de Latinoamérica-, al igual que las Cumbres iberoamericanas de jefes de Estado y de Gobierno: sinuosas reuniones donde se compran influencias políticas y donde hasta los lobos se convierten en corderos.

Veamos: ambos continentes tienen poco que decirse. Hispanoamérica está partida entre neoliberales y revolucionarios. Ni unos ni otros se plantean lo que le falta al mundo hispano: un Estado del Bienestar, especialmente en Educación y Sanidad, una política de mínimos, la misma que forjó la Europa de la postguerra. Un continente laminado que supo salir adelante en un liberalismo que defendía la propiedad privada pero también la justicia social. Ni neoliberales que piensan que todo se soluciona suprimiendo las fronteras al capital y a los productos -que no a los trabajadores-

La Europa sólo ve a Iberoamérica como un mercado, pero cierra las fronteras a los emigrantes de aquellos países. Por tanto, la libertad económica que con gran pedantería pregona la UE, provoca más irritación que recomprensión en Iberoamericana.

Más: Hispanoamérica, sobre todo Hugo Chávez, alienta el chantaje de la OPEP contra Occidente, con un petróleo a punto de alcanzar los 130 dólares barril, es decir, que en un par de años se ha cuadriplicado. Y la Unión Europa no reacciona de la única forma posible, la más práctica, además, para luchar contra el calentamiento global: la energía nuclear. Sólo Reino Unido, y ya sabemos que los ingleses caminan por libre respeto a Bruselas, han puesto en marcha un programa nuclear para combatir el calentamiento y, de paso, conseguir dos objetivos extras: agua desalada y la energía de hidrógeno, especialmente con vistas a lograr la energía  que en el futuro moverá el transporte. ¿O es que nos hemos olvidado que tanto la desalación de agua como el hidrógeno para locomoción exigen una utilización de energía tan intensa que sólo el uranio puede proporcionarla?

Es más, mientras se celebraba la Cumbre, el norteamericano George Bush conseguía de Arabia lo que los líderes europeos no consiguen de la zona hispana: que rompa con la OPEP y aumente la producción de crudo. Por de pronto a la dictadura saudí ya le ha costado un enfado de la dictadura iraní.

No sólo eso, por presión de Lula de Silva el mundo ha caído en el biodiesel, una de las causas -no la única ni la más importante, todo hay que decirlo- de encarecimiento de los productos alimenticios. Pasamos del siglo de la superproducción al siglo del hambre. Increíble, pero en Lima no se ha hablado de nada de esto.

Hablando de Venezuela (o de Bolivia, Argentina o Chile): España no ha ganado nada. Firmar la paz con Hugo Chávez o sonreír con Evo Morales, ya sabemos para qué nos sirve. A las empresas españolas se les toma el pelo en Iberoamérica y de ZP se burlan en todo el continente.

Por tanto, y aunque los medios zapatistas nos digan lo contrario, lo cierto es que la Cumbre ha ido un fracaso para Hispanoamérica, para Europa y para España.

Pero todos estamos muy contentos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com