El comunismo ha sido la mayor tiranía que ha sufrido, y aún sufre en parte -por ejemplo, China-, la humanidad en toda su historia. Lo más sorprendente de la misma es que no cayó por medios violentos, como el nazismo, cuya erradicación costó una guerra mundial, sino por la confianza de un polaco en Dios y por la confianza del pueblo polaco en su persona.

En el primer capítulo de esta saga publicábamos una foto apenas conocida, que me ha proporcionado esa insuperable guía polaca llamada Ewa Stepinska. Una guía que nos mostró la ciudad de Gdansk, que ha dejado de ser un puerto comercial, o la disputada Danzig donde comenzara la II Guerra Mundial, para convertirse en la ciudad de Solidaridad, aquel sindicato de desarrapados que cambió el mundo vencido ya el siglo más homicida de la historia, el XX: el Papa arrodillado frente a los Astilleros Lenin, mientras centenares de adictos al Régimen le enseñaban la espalda, al tiempo que impedían el paso a los miles de católicos polacos que querían honrar a su persona. Un líder político habría pedido a sus seguidores que rompieran la barrera humana, muy inferior en número, que les separaba y, sobre sus cadáveres, habría llegado al poder (para redimirles desde el mismo, naturalmente). Wojtyla no. El obispo de Cracovia, entonces ya de Roma, se arrodilló en la dura piedra y se abstrajo en oración. Porque, naturalmente, fue la Providencia utilizando a un electricista ignorante como instrumento tangible- lo que tumbó a una tiranía que aherrojó a media humanidad y parecía ir a tumbar a la otra media, temerosa, en cualquier instante.

Una vez más, como en Viena frente a los turcos, como en Chestojowa frente a los salvajes reformistas suecos, como en el Milagro del Vístula frente al Ejército Rojo, como en la resistencia cultual frente al nazismo, ahora por obra de un Papa y un sindicato, el mundo libre destruía al principal enemigo al que se hubiera enfrentado jamás.

Han pasado 10 años. ¿Podría ahora Polonia detener al nuevo comunismo, quizás más poderoso que el leninismo, llamado relativismo? Que es lo mismo que preguntar: ¿Posee ahora Polonia la misma fe que tumbó al comunismo, la misma confianza en la Divina misericordia que les enseñó en la década de los años treinta del pasado siglo su compatriota Faustina Kowalska, canonizada por Juan Pablo II? ¿Podría la República siempre muerta y siempre resucitada, constantemente reconstruida -como Varsovia y Gdansk de sus propias cenizas recuperar la sensatez para un mundo oligofrénico?

Por decir algo, la mencionada guía de Gdansk me explicaba los pormenores de la catedral del país, pero no tenían ninguna vergüenza en hacer una genuflexión cuando pasaba ante el Sagrario. Se imaginan ustedes algo parecido en una guía española.

Y el panorama no es muy edificante. Llevo cuatro años visitando Polonia y en este corto lapso he podido percibir un aburguesamiento, como si el viejo fuego de la fe polaca hubiese perdido intensidad. Un sacerdote de Varsovia lo resumía así: El comunismo nos hizo mártires, el capitalismo nos ha hecho traidores. Y la, un punto perceptible, veracidad de la sentencia me hace temblar, por cuanto si los polacos caen, me temo que todo Occidente está en peligro.
Por tu nuestra libertad y la vuestra, gritaban los obreros de Solidariad recordando un rito inventado por los patriotas polacos siglos atras. Tienen experiencia en la materia.

Eulogio López

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