Este sábado 3 de enero se cumple el 30º aniversario de los acuerdos con la Santa Sede.

En 1979 el PSOE ganó la Alcaldía de Almería por mayoría absoluta. Acababa de morir Franco y el espíritu de revancha del socialismo se dirigía contra todo lo que recordara la dictadura. Así que el recién nombrado alcalde de Almería, dio orden al jefe de la Policía Local para que fuese a todos los colegios a retirar los crucifijos. Esa su particular manera de pasar página del franquismo. Pero también la expresión más profunda del anticlericalismo larvado.
El jefe de la Policía Local no cumplió la orden por razones de conciencia. Pero otros miembros de la policía municipal, sí. Afortunadamente se encontraron con que los directores de los colegios impidieron el cumplimiento de la orden del alcalde. No haremos nada hasta que no nos lo ordene el ministro de Educación de quien dependemos. La operación fue un fracaso, pero puso de manifiesto las prioridades del socialismo de la Transición. Lo primero, retirar los crucifijos de las escuelas.
Viene esta anécdota a cuento de la celebración este sábado 3 del 30º aniversario de los acuerdos Iglesia-Estado. El sector más laicista del PSOE lleva años reclamando su denuncia. El discurso oficial del Gobierno es que no se plantea su denuncia. Pero siempre añaden que la Iglesia debe respetar que la soberanía reside en el Parlamento. Porque lo que no soporta el laicismo zapateril es que nadie se arrogue el conocimiento de la verdad. La verdad zapateril es relativista. Y en todo caso, laicista, nunca trascendente.
Hoy, 30 años más tarde de la anécdota almeriense, ningún alcalde da órdenes de retirar los crucifijos de las escuelas. Pero el trasfondo es el mismo. No nos gustan los crucifijos en los lugares públicos, señala Jáuregui. La estrategia ahora es gramsciana: hagamos una sociedad laica donde los crucifijos sean retirados por la misma sociedad. En paralelo, la permanente amenaza de la denuncia de los acuerdos con la Santa Sede.
Con todo, la amenaza hoy se llama derechos humanos. Bajo la bandera de los derechos humanos que De la Vega defiende en Naciones Unidas se pretende colar el supuesto derecho al aborto. La vice lo niega, pero en los documentos del Gobierno se habla de promover la salud sexual y reproductiva, eufemismo de aborto.
En lo que es más claro el Gobierno es en la promoción del matrimonio homosexual. Aquí si señala abiertamente que se trata de un derecho de los DDHH y que su voluntad es extenderlo y universalizarlo. Y ya se sabe: si cualquier cosa es matrimonio, nada es matrimonio. Y sin matrimonio, no hay familia, la célula de contención frente al adoctrinamiento Zapatero.
La guinda de este proyecto es la reforma de la Ley de Libertad Religiosa. No es una cortina de humo, como pretenden desde el PP. Es el verdadero programa ideológico del zapaterismo, frente al que los populares no ofrecen alternativa. Y en esa nueva Ley de Libertad Religiosa, los signos religiosos -o sea, los crucifijos- quedarían fuera de los lugares públicos. Y es que la sociedad ha cambiado desde que en 1980 se promulgara la vigente Ley, dice De la Vega. Y hay que adaptar la nueva ley al laicismo y descreimiento imperante.
Lo peor de todo es que es Carlos García de Andoain el encargado de su elaboración. Es el representante de la corriente de cristianos en el PSOE. Y actualmente trabaja como asesor de Presidencia. O sea, de De la Vega. No hay nada peor que una colleja de los propios. Y es esta la que se está preparando. Para hacer lo mismo que el alcalde de Almería en 1979, pero con la finura del siglo XXI. Cambian las formas, no los objetivos

Luis Losada Pescador

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