Sr. Director:

Recientemente el alcalde de una bella localidad marinera de Cantabria decidió, sin previo acuerdo municipal, retirar la cruz situada en el cementerio. Las justificaciones dadas por el alcalde recogidas en los medios de comunicación eran poco fundamentadas y nada sólidas. Fue una decisión personal. Hubo reacciones, muy diversas y numerosas, de la ciudadanía, y el alcalde, con buen sentido, rectificó. La cruz fue colocada nuevamente en el cementerio. Recordemos entonces, ante la actuación del político socialista cántabro, lo hecho por el profesor don Enrique Tierno Galván. Este señor fue elegido alcalde de Madrid encabezando la lista electoral del Partido Socialista. Cuando fue a ocupar el despacho oficial en el Ayuntamiento, sobre la mesa de trabajo había un crucifijo. Uno de los acompañantes del señor Tierno sugirió la oportunidad de retirarlo. El «viejo profesor» -como cariñosamente se señalaba -dijo «Dejen el crucifijo donde está. Es un símbolo de paz». Tierno Galván, siendo agnóstico reconocido, consideró que la separación entre Iglesia y Estado no le obligaba a quitar el crucifijo del ayuntamiento de Madrid, como pedían otros de su partido, puesto que se trata de un recuerdo de un hombre justo que fue víctima de los poderosos de la tierra. El crucifijo, algo más que un símbolo cristiano.

En España cuatro padres de alumnos de un colegio público de Valladolid han denunciado ante la Consejería de Educación la presencia de crucifijos en las aulas. Solicitaron su retirada por entender que "ataca la libertad de conciencia y supone una discriminación, derechos fundamentales que deben garantizarse". Pero el consejo escolar del centro se pronunció en contra. Las Cortes de Castilla y León han declarado que los "Crucifijos no son obstáculo para convivencia en la escuela". Estos días la Asociación Cultural Escuela Laica de Valladolid ha enviado una carta al Ministerio de Educación y Ciencia en protesta de que la Junta de Castilla y León denegase la petición de retirar los crucifijos del colegio público "Macías Picavea".

En casos similares el Gobierno de Aragón declaró, que los símbolos confesionales no deben presidir las aulas públicas; y en Andalucía, el defensor del pueblo, José Chamizo, sacerdote, recomendó que ante una sola petición, los crucifijos debían ser retirados. Organizaciones de línea masónica como 'Escuela laica', que hacen campaña contra la Iglesia Católica, acusan al arzobispo de Valladolid, Braulio Rodríguez Plaza, de fundamentalista por "imponer un crucifijo" en un colegio. Diarios como el PAIS promueven sistemáticamente este laicismo (no es lo mismo que laicidad) y la información que ha dado sobre este asunto ha sido tendenciosa. Este sectarismo hacia lo cristiano se muestra diáfanamente en el libro "El futuro no es lo que era", donde el ideólogo y ex director de este periódico, Juan Luis Cebrián y el ex presidente González abordan la cuestión de la asignatura de religión. El primero defiende "que no deberíamos enseñar religión en las escuelas del Estado, ni de manera optativa". González le responde: "Creo que una parte de la formación puede ser la enseñanza de la religión que uno elija. No estoy en el fundamentalismo laico. A lo que Cebrián pregunta: "¿Me estás llamando fundamentalista? Y el ex presidente le espet "Laico, sí. Es lo único en lo que eres fundametalista."

Conviene recordar que el Consejo de Estado italiano ha defendido la exposición del crucifijo en los lugares públicos al considerar que de ningún modo representa un motivo de discriminación. Tiene que permanecer en las aulas de los colegios no porque sea "un objeto de culto" sino porque "es un símbolo idóneo para expresar el elevado fundamento de los valores civiles (tolerancia, respeto reciproco, valoración de las personas, afirmación de sus derechos), que tienen un origen religioso, pero que son valores que delinean la laicidad del Estado". Un elemento clave de la sentencia es que distingue el significado del crucifijo en un lugar de culto -donde evidentemente es religioso- y en las escuelas públicas o los tribunales, donde tiene un significado civil, histórico y cultural. Según el Consejo de Estado, los valores laicos que configuran la República italiana -igualdad, solidaridad, paz o separación entre Iglesia y Estado- se fundan históricamente en el cristianismo, y de ahí que el crucifijo tenga un valor «educativo». El cristianismo defiende la libertad de conciencia y el derecho de cada persona a practicar su culto. La sentencia del Consejo de Estado -que responde a la demanda de una finlandesa contra una escuela en Padua- coincide con la opinión del 80% de los italianos, a favor de mantener el crucifijo en las escuelas y los tribunales frente a otras tres demandas judiciales perdidas en los últimos años. El juez del Tribunal de L´Aquila que se negaba a entrar en la sala mientras no se quitase el crucifijo fue suspendido de su cargo. El fundador de un partido islamista que hizo «parasitismo publicitario» pidiendo la retirada del crucifijo perdió su causa. El autor de un libro sobre la inexistencia histórica de Cristo, que presentó denuncia contra su párroco por presunto engaño, perdió también. En España no debería ser diferente. Pero el control de la opinión pública por parte del grupo Prisa está dando sus frutos contra la convivencia de los españoles.

Entendemos que algunos no crean que esa imagen representa al Hijo de Dios, pero ¿les molesta un hombre justo? ¿Les molesta que se vea en la escuela lo evidente: que sólo en occidente donde arraigó el evangelio de libertad, amor, solidaridad, justicia,... por el que él dio la vida, han surgido realidades como la democracia o el movimiento obrero solidario? A un socialista intelectual como Tierno Galván no le molestaba. A los primeros obreros socialistas que en 1840 fundaron el primer sindicato español celebrando una misa tampoco. Sabían que el crucificado era, como ellos, un obrero ajusticiado por los poderosos. La procesiones de Semana Santa nacieron de un pueblo oprimido que clamaba justicia mostrando al único Justo, Cristo Crucificado... ¿Será que los socialistas de hoy no creen en la Justicia ni en la solidaridad?

Francisco Rey Alamillo

pacorey@revoluciona.org