El gran endeudamiento de los países, tanto público como privado, y más concretamente la deuda como principal y única herramienta de crecimiento económico, así como la elevada competitividad por conseguirlo, ha hecho que los gobiernos olviden quién debería liderar las sociedades, después de que lo hiciera también el pueblo.
Así que los bancos y mercados gobiernan, sin mucha experiencia y nada que perder.
Los mercados deberían ser simplemente un reflejo de lo que nosotros consumimos, una consecuencia y no acción; algo sin personalidad propia, y no un ente jurídico abstracto consistente en vulgares acciones bursátiles que, luchando por su propia involución dicta el son al que se mueven las sociedades del mundo y sus gobernantes. Los mercados nos transmiten día a día el temor que sienten y lo hacen nuestro, cuando sólo ellos deberían temer por su supervivencia. Olvidamos que si no es una marca será otra y si no es una empresa lo será la de al lado. Son ellos los que nos deben literalmente la vida y no al revés. Al final lo verdaderamente importante son los recursos reales de los que disponen los habitantes de un país, entendiendo como tal también la capacidad de trabajo de los mismos.
Javier Blasco Sendra