El Gobierno Zapatero ha decidido crear una "Comisión Interministerial para el Estudio de la Situación de las Víctimas de la Guerra Civil del Franquismo". Su objetivo es estudiar "los derechos de las víctimas de la Guerra Civil y de los perseguidos por el Régimen franquista, así como de elaborar un anteproyecto de ley para poder ofrecerles un adecuado reconocimiento y lograr su rehabilitación moral y jurídica". En su reunión del pasado viernes 5, el Consejo de Ministros acordó otorgar una especial prioridad a este último asunto. La Comisión ya ha celebrado dos reuniones.
Y a mí me parece muy requetebién. No me gustan esos comentarios sobre enterrar el pasado, más bien los que están enterrados son casi todos los hombres del pasado, pero la justicia no perece, y para los que creemos en una vida ultraterrena el asunto ni se discute. El pasado no hay que enterrarlo, hay que exponerlo, cuanto más mejor, sobre todo cuando ha pasado el tiempo necesario para ser mostrado con una cierta ecuanimidad.
A mí lo que no me gusta es el nombre, por aquello de la asimetría. Verán, la progresía considera que la Guerra Civil española fue un golpe militar contra un régimen democrático. Y fue eso, sí, pero también fue mucho más. Fue la rebelión de todos aquellos que habían sido orillados por ese régimen democrático (también la democracia, el mejor de los sistemas posibles, margina) y de forma especialísima por los ataques a la fe católica del pueblo español. El respeto a los derechos humanos no se agota en un régimen de elección democrática. El mejor ejemplo lo tienen en Argelia o en Turquía, donde elecciones democráticas dieron como triunfador a partidos fundamentalistas que pretendían terminar con la democracia. O sea, la eterna pregunta de Aristóteles: ¿Qué es democracia, lo que votan los demócratas o lo que preserva la democracia? Para una mentalidad relativista, la respuesta es la primera, pero para los que creemos en algo, la respuesta correcta es la segunda, aunque eso conlleve la necesidad de ponernos de acuerdo sobre qué es y qué no es democracia. Nadie ha dicho que la vida sea simple. A veces es compleja. Pero el que pretenda que democracia es lo que votan los demócratas, que recuerden que Hitler subió al poder ganando unas impecables elecciones democráticas.
Servidor cree, y de forma entusiasta, en la democracia parlamentaria, pero si hubiera vivido en 1936 me hubiera apuntado al bando franquista. Y como yo, otros muchos. La República era un régimen democrático (con un importante déficit democrático, pero lo era) pero no existía libertad religiosa, dado que el mero hecho de ir a misa podría acarrearte persecución o muerte. No había pues, libertad religiosa, la pieza clave de la libertad de pensamiento, ni había libertad de culto. Unos desalmados, bajo las banderas comunistas, anarquistas o socialistas (sí, del mismo partido que hoy nos gobierna, aunque ha cambiado mucho, ciertamente), se dedicaban a encarcelar, matar y oprimir a quien no pensaba como ellos. En otras palabras, hubo víctimas del Franquismo (a Franco se le cansaba la mano de firmar sentencias de muerte, confesaba Pedro Sainz Rodríguez), hubo víctimas de la Guerra en ambos lados, pero también hubo víctimas del muy democrático Régimen de la II República. Y todas esas víctimas merecen su rehabilitación.
La Comisión va a estar presidida por una mujer tan sensible como la vicepresidenta primera, Teresa Fernández de la Vega, escorada, no hacia la izquierda, sino hacia la revancha, hacia la venganza, hacia el resentimiento, que no deja de ser la pasión más peligrosa de todas (la misma que ha colocado una corona de flores ante el monumento al pueblo vietnamita por su lucha frente a las tiránicas tropas norteamericanas, que tiene bemoles la copla). Es la misma que firmaría ahora mismo la siguiente sentencia: "La II República Española no asesinó a nadie; el Franquismo, sí". Lo que sólo es una verdad a medias. El Gobierno Zapatero no está impartiendo justicia a las víctimas del Franquismo: lo que está practicando es la venganza.
Ya lo dice Juan Pablo II: No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón. A lo que habría que añadir: difícilmente puede haber perdón sin arrepentimiento. O si quieren: puede haberlo, pero de nada le sirve al perdonado.
Eulogio López