Pero Lula da Silva es un personaje convencido de que el hombre vive de pan y samba, y que con eso le basta, y lo del sindicalismo revolucionario quedó para su juventud: hoy Lula es un capitalista como el que más, que habla de crecimiento sostenido, oferta monetaria, librecambio mundial, seguridad jurídica e inversiones exteriores. No desentonaría nada en Wall Street.
Ahora bien, el problema económico de Hispanoamérica es que ha pasado del socialismo al capitalismo, o del capitalismo caótico al capitalismo financiero -igualmente caótico pero con mucho más glamour-. Pero en una u otra dirección sin pasar por el Estado del Bienestar, el mejor instrumento distribuidor de riquezas y, sobre todo, de posibilidades, que se haya inventado en la edad moderna.
Debemos al Estado del Bienestar a la social-democracia y a la democracia-cristiana de la posguerra mundial. Ahora apostrofamos del Welfare, sí, pero es que es lógico: la nivelación de educación y salud que consiguiera este formidable invento puede ser menos necesario que ayer... pero en Europa, no en Iberoamérica.
En definitiva, Iberoamérica no ha distribuido la riqueza. Liberalizar el comercio mundial son ese paso previo distribuidor, y con unas castas políticas bastante corruptas -no hay más que ver a los ministros que rodean al propio Lula, o a la estrella emergente, Cristina- para darse cuenta de que el librecambio, en principio bueno, sin esos pasos previos, de honradez pública y educación y sanidad asegurados para todos, puede ser como meter la zorra en el gallinero. En vez de ricos mexicanos, brasileños, venezolanos o argentinos, corremos el riesgo de tener desigualdades y corrupción política, a lo grande, en proporciones panamericanas.
Eulogio López
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