Dos meses desde que estalló la crisis crediticia de las ‘subprime', producto de la especulación de las bolsas sobre productos financieros honorables, y no parece haber pasado mucho. Miedo, todo; desconfianza, la máxima, pero, por el momento, el asunto parece tranquilo. Sólo las inmobiliarias han sufrido, hasta ahora, el parón crediticio, mientras la cotización de los bancos se ha hundido, perjudicando a todo aquel que ya había comprometido un precio por algo, por lo que fuera. Verbigracia: el Banco Santander con el ABN. Eso sí, la crisis financiera no ha afectado, crucemos los dedos, a la economía real, lo cual es como para darse con un canto en los dientes.

Ahora bien, las reacciones de la Reserva Federal –es decir, de los norteamericanos-, y la del BCE –Europa-, han sido totalmente distintas. Recuerden: lo preocupante para la economía real, la economía de todos, es el paro, o, dicho de otra forma, que la economía no crezca; lo peor para la economía financiera, mucho más especulativa, es la inflación. Por dos razones. La habitual: la inflación es el peor enemigo del ahorro, y el inversor por especulador financiero es aquel que, una vez cubiertas sus necesidades primarias, puede permitirse el lujo de ahorrar-invertir. La segunda suele pasar más inadvertida: a los financieros (es decir, personas que no producen sino que compran y venden) les interesan los tipos altos, porque de otra manera prestar dinero no tiene gracia. En definitiva, el mercado del crédito continuará parado en Europa mientras el Banco Central Europeo no suba lo tipos de interés. Por eso los interbancarios están paralizados y por eso los promotores inmobiliarios no les prestan dinero –ni tampoco los bancos entre sí-.

Ahora bien, aquí llega la divergencia entre un continente joven como Estados Unidos, y otro avejentado como Europa. En cuanto surgió la crisis, el norteamericano Ben Bernanke optó por bajar los tipos de interés para reactivar el PIB y seguir creando empleo –y eso que Estados Unidos se mueve en el aerotécnico, el 5%-; por el contrario, Jean Claude Trichet se empeña en subir los tipos de interés según él para retener la inflación, según el abajo firmante para favorecer a la economía financiera y especulativa –¿quizás una reiteración?- y reactivar el crédito.

La verdad es que la forma más lógica de reactivar el mercado del crédito es otorgar liquidez –eso sí lo ha hecho- pero subir el precio del dinero no hace otra cosa que favorecer a la minoría dedicada a la intermediación y la especulación y perjudicar a particulares y emprendedores, a familias y empresas; o sea, a la mayoría.

No es que a la Reserva Federal no le preocupe la inflación. Simplemente, tiene sentido común, y ha decidido que lo primero es el bien común, y luego los intereses particulares. Es cierto que una inflación desmedida perjudica a todos, pero con lo precios ocurre lo mismo que con la morosidad: los poderosos, los ricos, nos contagian su histérica por el aumentado la morosidad, cuando lo cierto es que, desde que comenzara la crisis, apenas ha repuntado una décima, que, por citar el cosa de España, nos movemos en porcentajes del 0,7% y que la morosidad empieza a ser preocupante a partir del 2%.

En resumen, no es bueno que la inflación en España cierre en el 3%, pero mucho más preocupante es que el crecimiento en España baje del 3%. Son los norteamericanos quienes han respondido a la crisis de agosto –insisto, producto de la especulación- de la forma adecuada –bajando tipos-; somos los europeos, mortecinos, quienes ante las primeras ráfagas del vendaval acuden presurosos en socorro del vencedor: de la economía financiera.

Eulogio López

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