A cambio se forró don José Manuel; se forró el riñón para varias generaciones. Endesa era una empresa estratégica, una locomotora económica de las que España, país desindustrializado, necesitaba como el comer. Pero José Manuel Entrecanales no lo hizo porque sí: lo hizo por dinero.
Hoy, al frente de Endesa, propiedad de don Silvio Berlusconi, figura el inefable Borja Prado Eulate, representante del Gobierno italiano y su brazo armado financiero, Mediobanca. Por pura casualidad, Borja Prado financia y asesora a ACS en la toma de Iberdrola -su principal competidor- y asesora a Luis del Rivero en la toma de Repsol. No lo hace porque sí: lo hace porque para eso le pagan los italianos: para conquistar la industria española al menor precio posible, mientras Roma sigue cerrando el paso a la industrias -privadas- españolas, como ocurre con Telefónica, el Santander o el BBVA. Es decir, por la misma razón que figura en el Consejo de dos de los grandes grupos de comunicación, Telecinco y Unedisa-El Mundo, controlados por los italianos. Y el aristócrata Prado ya se ha preparado el recambio para cuando llegue el PP: con dinero de Endesa ha contratado al expresidente José María Aznar.
Otro constructor poco constructivo es el precitado Florentino Pérez. Al igual que Entrecanales, su táctica consiste en apalancarse y satisfacer su deuda y su bolsillo, dando pelotazos. Lo dio con la compra y posterior desguace de Dragados, con la venta de Fenosa a Gas Natural, que ahora purga el elevado precio combatiendo su deuda. Además, Pérez introdujo a CVC, fondo de capital-riesgo dedicado al desguace de empresas, en Abertis, que pasó de ser uno de los principales agentes de infraestructuras del mundo a fisionarse entre Abertis y Saba, para satisfacer la voracidad de CVC y de su socio, el señor Pérez.
A ver si nos entendemos, Florentino no quiere gestionar Iberdrola porque no sabe y porque le viene grande -su capitalización más que decuplica la de ACS-, lo que quiere es echar a Ignacio Galán y después dar el pelotazo vendiendo Iberdrola a un tercero, a ser posible extranjero, que paga mejor. Vamos, que no quiere gestionar, quiere controlar para poder dar el pelotazo.
Ahora nos topamos con el tercer ejemplo. Luis del Rivero endeuda Sacyr hasta las cachas para comprar un 20% de Repsol. Como no puede pagar la deuda se dedica a introducir submarinos en la petrolera para desguazarla y venderla. Y, en el lapso intermedio, como lleva denunciando Hispanidad desde hace meses, quedarse como presidente de Repsol -así garantiza la "españolidad" de la empresa, según afirma en su comunicado a la CNMV- con un consejero delegado que lleve la compañía. Por cierto, que si el consejero delegado procede de Pemex, se estaría regalando la gestión de la primera industria española al Gobierno mexicano y a una empresa en crisis profunda por la desastrosa gestión del equipo nombrado por el presidente Felipe Calderón.
Y es que en noviembre hay que refinanciar los más de 5.000 millones de euros que le prestaron un conjunto de bancos, liderados por el Santander y así llegamos a quien en Repsol consideran el culpable de todo: Emilio Botín. Tras la alianza entre Sacyr y Pemex, en el Santander aseguran que no habrá problemas para refinanciar a Luis del Rivero. Natural: saben que siempre podrán pararle los créditos con el desguace de la primera industria española.
¿Se imaginan ustedes lo que hubiera ocurrido si el aldabonazo de Luis del Rivero y Pemex hubiera ocurrido en Francia, Alemania, o Italia? No necesitan imaginarlo: recuerden el bloqueo y salida de la propia Sacyr de la constructora francesa Eiffage: le echaron de Francia sin contemplaciones con el apoyo gubernamental y perdiendo dinero. Pero España es diferente: es mucho más idiota y, además, en Francia, Alemania o Italia, no reina el cainismo que es la marca de la España política y económica.
Por supuesto, cuando escribo este artículo aún no ha salido ningún miembro del Gobierno español bramando por la españolidad de Repsol, especialmente necesaria en tiempos de crisis. Tampoco el primer partido de la oposición que se dispone a tomar las riendas del poder.
Son todos ellos constructores destructivos y muy, muy patriotas. Y Emilio Botín, el banquero más patriota de todas las Españas. Son, además, empresarios convertidos en financieros, gente que no produce sino que compra y vende, que no invierten sino apalancados, siempre con el objetivo de filetear compañías para pagar su deudas y, de paso, obtener su beneficio. Financieros, sí, pero alérgicos a lanzar una OPA, como presume su credo, sobre el 100 por 100 de una compañía para ofrecerle las mismas posibilidades a todos los accionistas.
Pero no lo hacen porque sí: lo hacen por dinero. Bueno, y también por resultar más poderosos.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com