Tiene experiencia en el campo de la cultura y de la integración. De julio de 2006 a marzo de 2008 dirigió la Agencia Andaluza para el Desarrollo del Flamenco de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. (El Imparcial).
Tengo casi 73 años y, la ancianidad, me da licencia para darte el tratamiento de hija. Bibiana, hija mía, has errado el camino, has perdido el norte. En el pueblo ya te aconsejé que te cuidaras de las malas compañías. Cuando yo era niño, no me agradaba mucho el abuelo de tu amigo, creo que se apellida Zapatero.
Siempre has tenido una cara de ángel y ahora has metido en tu magín al demonio. ¡Qué lástima!
De pequeña, cuando me preguntabas cosas de la vida, yo te decía que la vida humana era un don divino, trascendental. La dádiva más grande que Dios ha concedido a tus padres, ha sido el haberte concebido; tenías de niña, un rostro lleno de vida, no sabía que acabarías con una mente preñada de muerte.
Cuando naciste eras hermosa. Soñaba en que llegarías muy lejos, que triunfarías en la vida. Pero las malas compañías te han pervertido. Yo te explicaba que los niños no los traían las cigüeñas, ni tampoco venían de París, eran el fruto del amor de los padres y del gran poder de Dios.
No entendías muy bien cuando te explicaba que la vida comenzaba en el momento de la concepción y que, el niño nonato, ya era diferente a su propia madre y que ella no tenía ningún derecho sobre su hijo; era otro ser humano, diferente.
Bibiana, hija mía, qué pena me das. Estás colaborando con el mal. Eres cómplice de muchos asesinatos.
De haber sabido tu destino, hubiera obligado a tu madre a que te abortara. Hija mía, te quiero con toda el alma, a pesar del camino descarriado que has emprendido.
Clemente Ferrer Roselló
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