Sr. Director:

Ayer leí con agrado el artículo Confieso mi homofobia de Eulogio López, porque decía las cosas muy claritas y muy valientemente. Esta mañana, después de encontrarme en la sección Cartas al Director, que me encanta, con una serie de despropósitos vertidos contra el autor de dicho artículo, no he podido resistirme a dirigirme a Vd. para transmitirle mi apoyo al Sr. Eulogio por su valentía al decir las cosas como son sin temor a que quieran taparnos la boca a los que pensamos que el Emperador va desnudo, y encima lo decimos.

Todavía sigue dando vueltas en mi cabeza la historia de las dos lesbianas de Ciudad Real que se niegan a aceptar que su modo de vida es incompatible con la pertenencia a una cofradía católica, ni que decir tiene con la pretensión de querer ser su vicepresidenta, y que han llegado al extremo de llevar el caso por vía penal.

Están en pecado mortal, alardean de ello y luego quieren que la Iglesia cambie para plegarse a sus concupiscencias. Pues no, señoras, nadie les tira piedras, pero por favor, mejor será que no se acerquen a comulgar si no es en castidad, pues de otra manera estarían comiendo su propia condenación. Si les sirve de consuelo, que recuerden que esa condición se da para todos, incluso para los solteros que fornican, sean normales o no, y que para eso está el Sacramento de la Confesión. Que se arrepientan, que cambien de vida y que hagan penitencia, como hacemos todos.

"Esforzaos en entrar por la puerta estrecha, -dice el Señor-, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y son muchos los que entran por ella, mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!, y pocos son los que lo encuentran" (Lc 13, 22-30, Mt 7, 6.12-14).

Mª del Carmen Guedejo Prado

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