La cosa comenzó con la sorprendente cuota de homosexuales y lesbianas que accedieron a altos cargos en Moncloa y en algunos Departamentos ministeriales. Ahora bien, llegados al segundo nivel, la cosa parecía más tranquila. Pues bien, nada de eso. Ahora mismo, un Departamento ministerial se está distinguiendo por su especial énfasis en la discriminación positiva, no a favor de la mujer, sino a favor del tercer, cuarto, quinto y sexto sexos (gays, lesbianas, bisexuales y transexuales, por si no lo habían entendido). Es más, el ministro titular se ha encargado de que todos sus nombramientos sean visados por un conocidísimo personaje del mundo del espectáculo, reconocido por su homosexualidad manifiesta y militante.
Por otra parte, otro de los más influyentes ideólogos del PSOE, ha polarizado en el mundillo académico la siguiente frase: Si quieres entrar en debes hacerlo con el carnet en la boca o con el cinturón flojito.
Como guinda de la tarta, uno de los mandamases de la gestión política pública, también se dedica a discriminar a favor de los gays en todos los nombramientos de entes públicos o privados regulados por la Administración. Es decir, que utiliza su cargo no sólo en la esfera pública, sino en la privada. Heteros, abstenerse. A fin de de cuentas, es sabido que los heteros no saben gestionar una empresa.
Por encima de él, se encuentra otro personaje, nacida mujer, que está consiguiendo crear un verdadero organigrama de lesbianas-altos cargos en la Administración.
Esto de la discriminación positiva es ciencia abstrusa, porque favorecer artificialmente el ascenso de los gays implica dicen algunos reaccionarios- marginar a los heterosexuales, esos dos sexos anticuados que se caracterizan por dos arcaísmos como la masculinidad y la feminidad. Pero, por ahora, el asunto no ha pasado al debate público. Es lógico, el tercer, cuarto, quinto y sexto sexos llevan marginados unos 4.000 años, y ha llegado el momento de la compensación. En cualquier caso, omito los nombres, aunque no muy seguro de hacerlo. A fin de cuentas, si la homosexualidad es un orgullo, ¿por qué muchos homosexuales altos cargos se empeñan en ocultar su condición y, especialmente, en que esta condición no se publique en los medios informativos?
Recientemente, durante su participación en uno de los foros económicos que se celebran en Madrid, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, fue preguntado por un empresario sobre el por qué de la obsesión por el matrimonio gay. La respuesta de Zapatero, además de aludir a los varios de cientos de miles de años de marginación, fue lo más parecido que he escuchado al silogismo perfecto: ¿Quién no tiene un amigo homosexual? Esto provocó que algunos empresarios sin sensibilidad abandonaran el local, pero eso no debe desanimarnos en la lucha por la igualdad de los 6 sexos. Yo mismo, tengo algún que otro amigo banquero, y no por ello pido la supresión del Impuesto de Sociedades.
Eulogio López