El artista, intelectual, creador e investigador -de profesión actor-, Alberto San Juan tiene toda la razón. Cuando, durante la entrega de los premios Goya, solicitó la "disolución definitiva de esa cosa llamada Conferencia Episcopal", no pude por menos que aplaudir -bueno, la verdad  es que lo ‘leí' en diferido porque no aguanto la solemne ceremonia anual de la solemne Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas de España y otros territorios de Ultramar.

La disolución definitiva de esa cosa que se llama Conferencia Episcopal... La ‘finezza' de de San Juan es digna de elogio. Ya he explicado las razones por las que creo que la Conferencia Episcopal Española (para ser exactos, todas las conferencias), deberían desaparecer: es una estructura de anteayer, onerosa y burocrática, y que reproduce los esquemas políticos. Que sirve, por ejemplo, para que nuestro mayor amante de la paz, el señor Zapatero, identifique malévolamente a la Conferencia -organismo jurídico- con los obispos, sucesores de los apóstoles, que no poseen otro organismo que sus cuerpos serranos, ni otra personalidad, aproximadamente jurídica, que la de constituir el corazón del Cuerpo Místico (estoy seguro que era en el Cuerpo Místico en lo que pensaba San Juan, porque es un tipo de lo más creativo). En la Iglesia, lo importante no es presidir la Conferencia, sino ser obispo, aunque sea de Navalmoral de la Mata.

Estas sedicentes equiparaciones no sólo son orgánicas sino que corre el peligro de trasladarse al terreno doctrinal. Y así, cuando la Conferencia -podía haberlo hecho un obispo, o un conjunto de obispos- ofrece unos consejos ante las elecciones -magníficos consejos, por otro lado- los progres lo interpretan como una postura de la Iglesia contra el Gobierno ZP, porque les conviene enarbolar el espantajo del formidable poder eclesial en la sociedad.

El magisterio de la Iglesia es un obispo hablando en comunión con el obispo de Roma. No necesita ningún órgano electoral que funcione por medios democráticos... entre otras cosas porque la Iglesia ni es ni puede ser una democracia. Lo de "un hombre, un voto" es principio nobilísimo salvo cuando en tu cuerpo electoral, justo en la cabeza, tiene a alguien que es hombre pero también Dios: ¿Cuánto vale el voto de Cristo?

Si no existiera la Conferencia nos ahorraríamos espectáculos como el del martes, de don Federico Jiménez, el locutor agnóstico que tiene secuestrada la COPE, quien, sin que se le cayeran los colgajos, dijo lo siguiente nada más conocerse la elección de Rouco: "Hemos levantado un muro de moralidad frente al relativismo". ¿No será al revés, don Fede? Considerando que la religión ya no es el opio del pueblo, sino que es el opio la religión del pueblo, para mí que este buen señor utiliza la compleja, por burocrática, estructura de la CEE para seguir cobrando un sueldo multimillonario, y seguir utilizando la emisora de la Conferencia (principal accionista, con el 50% de los votos) no ya para que el PP gane las elecciones, sino para continuar siendo el "intelectual" del PP, para que media España piense y actúe según sus majaderías. En verdad, un verdadero muro, pero no doctrinal, sino de intereses.

Pero es que además, con la exigencia de las conferencias, no sólo provoca confusión institucional, sino también confusión doctrinal e ideológica. Lo que quiero decir es lo siguiente: recuerdo una de las pocas ocasiones en que Juan Pablo II, casi airado, respondió a un periodista que le preguntaba por el "problema político de los refugiados". El Papa polaco le espetó: "Es un problema humano. ¡Humano, no político! Reducirlo al terreno político es un falso concepto. La dimensión fundamental del hombre es la dimensión moral".

ZP o Federico Jiménez hacen lo contrario: convierten la dimensión moral en lucha política para su propio beneficio. Me es igual a favor de quien lo hagan: siempre lo harán a favor de sus intereses y en contra del Cuerpo Místico de Cristo. El uno porque quiere seguir en Moncloa, el otro porque quiere ser el intelectual de la derecha, aplaudido y temido a partes iguales. Y encima presumido: porque no es él quien le hace ningún favor a la COPE, sino la COPE a él, dado que, si le echan, tendría que irse a la marginalidad.

Que traducido, aquí y ahora, significa lo siguiente. Para que yo, empadronado en Madrid, acate y obedezca con entusiasmo las enseñanzas de Rouco Varela, no necesito que le nombren presidente de la Conferencia Episcopal: me basta con que sea obispo de Madrid, es decir, mi obispo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com