Sr. Director:
Lucía narra su aborto: "Me quedé embarazada a los 17 años. Con mis progenitores y mi prometido me presenté en un cuchitril para abortar.

Eran las 8 de la mañana y con 2.000 euros en metálico. Me realizaron una ecografía para ejecutar el aborto. Yo fallecía de tanto pánico. No nos aclararon nada sobre el desarrollo fetal, ni de los peligros físicos y psicológicos. Una veterana me dio unos test, ya completados que firmé, me dijo que con eso se justificaba el asesinato del niño. Pagamos y no nos dieron ningún recibo.

Aguardé en un cuarto, tiritaba de pavor. Llegó un cabecilla, era el anestesista. No me realizaron ninguna prueba previa a la operación. Me pusieron en el potro para el aborto voluntario. Desperté en la habitación. Pero mi primogénito continuaba en mis entrañas. Vino el médico, me colocó una jeringuilla. Me hizo mucho daño, extraía e introducía la jeringuilla con mucha crueldad. Mi retoño brotó en la misma habitación y presencié como lo trajinaban. No sé cómo agonizó. Estaba rendida cuando todo terminó, pase la noche sin poder descansar. Además, soporté un zarandeo inhumano por parte de los trabajadores del chiringuito abortista.

A los 23 años comencé a encontrarme indispuesta, con congoja, abatimiento, anomalías en la comida e inclinaciones suicidas. Un día, conversando con mi esposo de la viabilidad de ser papás, todo explotó: discerní que había asesinado a mi benjamín. Fue pavoroso, sólo pensaba en morirme. El tormento me traspasaba el alma. Sollozaba todos los días porque no poseía una sepultura para poder visitar a mi primogénito".

Clemente Ferrer Roselló

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