El director del 'Examiner', periodista fullero y sin principio alguno, acaba su vida profesional impartiendo clases en las facultades sobre deontología periodística.
No sé por qué razón me ha venido a las mientes el episodio al leer la noticia acerca de la aprobación del nuevo Código deontológico del Colegio de Médicos, que adelantara Hispanidad. Los doctores Marcos Gómez Sancho y Juan José Rodríguez Sendín, hacedores del documento, aseguran que se trata de un Código "plural". Esto me subyuga, dado que hasta el momento pensé que un código sólo podrá ser 'singular', como adjetivo bien pegado al sustantivo y concordante con él.
Pero el lenguaje progre da para mucho más. Los dos facultativos también lo califican como un código avanzado, y ahí no puede interponerse reparo alguno: en efecto, es tan avanzado que es el último, como que acaba de salir del horno, oiga usted.
Los autores, y con ellos toda la progresía mediática, han vendido el asunto como la regulación de la objeción de conciencia. Esto me place. En Hispanidad hemos repetido mil veces que sin objeción de conciencia no se puede hablar de derechos. Lo sorprendente viene ahora, porque nuestros dos galenos no proponen la objeción de un médico a perpetrar un aborto sino justo lo contrario: que el médico no puede negarse a abortar cuando la mujer acude por Urgencias. Me recuerda a un amigo médico que temblaba cada vez que le tocaba guardia y una señora le venía a abortar o a solicitar la píldora abortiva.
Pero el nuevo Código del Colegio de Médicos viene jacarandoso. En efecto, se regula la objeción de conciencia… para cargarse el derecho a la objeción de conciencia y obligar a un médico a matar al niño en el vientre de su madre. Cuestión de urgencia.
Vamos con la eutanasia. El precitado doctor Gómez Sancho es autor de Morir con dignidad, lo que ya da pistas. Personalmente prefiero morir con cariño a morir con dignidad, pero estoy de acuerdo: es cuestión de gustos.
En este punto, los dos representantes del neonato código nos aseguran que la sedación es un acto ético. Lo cual, hasta el momento, nadie había dudado. Sí habían surgido sospechas, seguramente infundadas, acerca de esos segadores a los que, en su muy ético ejercicio, se le morían los pacientes en 24 horas. A lo mejor es que la sedación resultaba tan científica, tan pertinente que, al mismo tiempo que con el dolor terminaban con la vida.
Traducido al cristiano: que un médico no podrá negarse a matar al nasciturus y que los galenos tendrán libertad para decidir la hora de la muerte de un fulano, aunque en ambos casos lo harán, ni que decir tiene, por razones morales, éticas y profundamente deontológicas.
Y cuando se jubilen darán clase de ética hipocrática, o sea, de hipomoral.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com