Le entiendo. La CNC, con su presidente al frente, Luis Berenguer, sigue presumiendo por Madrid de que les va arrear un palo en todos los morros. Pero, sobre todo, tanto Berenguer como el resto de reguladores, Mayte Costa en la Comisión Nacional de la Energía (CNE) o Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT), Reinaldo Rodríguez, se han apuntado a la política de cuotas. Aquella que fue resumida por el genial Antonio López, uno de los dircomes más divertidos (sí, existen dircom divertidos, no muchos, pero existen) que haya podido dar el sector bancario: este Gobierno es tan entusiasta de la libre competencia, que como alguien descubra una vacuna contra el cáncer, el Gobierno prohibirá aplicarla, hasta que llegue otro con un invento similar, y ambos puedan competir en igualdad de condiciones.
Que no, que el reparto del mercado entre operadores es una señal de libre competencia pero no la única ni la más importante. La competencia consiste en que todos tengan las misma oportunidades, tanto prestadores de servicios como clientes. De esta forma, se puede decir, de entrada, que mientras exista un precio tasado -por ejemplo en gas, electricidad y en muchos servicios de telecomunicaciones- no se puede hablar de libre competencia. Y, sobre todo, las cuotas pueden ser un criadero de oligopolios, por muy bien que se repartan el mercado. Lo importante no son las cuotas, sino que el público reciba el mejor servicio al menor coste posible. Eso es lo que tiene que examinar la CNC.
Personalmente no me gustan las fusiones, porque me gusta lo pequeño, y las concentraciones sólo tienden a hacer elementos más grandes, multinacionales. Ahora bien, en materia energética puede ser interesante tener operadores con gran capacidad de inversión, para poder generar y distribuir en condiciones. El resto, viene luego.
Eulogio López
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