El proceso de deslocalización industrial fue precedido por el de deslocalización financiera. Desde hace casi dos décadas, las entidades financieras fueron referenciando progresivamente su negocio bancario a paraísos fiscales. Se buscaba opacidad, pero, sobre todo, un tratamiento fiscal más benigno de las plusvalías obtenidas. El modelo era la "City" británica, donde todos los profesionales y compañías tributan fiscalmente a tipo cero en un paraíso fiscal con un pequeño peaje para el estado británico que hace la vista gorda.

 

Pues bien, parece que esto se puede empezar a acabar. El director de la Agencia Tributaria, Luis Pedroche, anuncia su prioridad de luchar contra el fraude "sofisticado". Y el gobernador del Banco de España, Jaime Caruana, solicita prudencia a las entidades financieras para evitar que los escándalos afecten a su reputación al emplear "sociedades vehículo en jurisdicciones opacas", de "estructura compleja y poco transparente, que favorece el riesgo operacional y dificulta el apropiado conocimiento de la clientela". ¿Alguien da más? Lo de Caruana parece un "basta ya" ante la fuga permanente de negocio a lugares más benignos fiscalmente hablando. El problema es que esos fondos escapan del rígido control del Banco Central y aumentan el riesgo del sistema.