Decir que ETA es una banda mafiosa ha dejado de ser un insulto para convertirse en una descripción. Ya no mata porque está muy debilitada, pero sigue cobrando el impuesto revolucionario, aprovechando el miedo que aún provoca su pasado y porque matar no deja de ser algo muy fácil: sólo hay que tener mala leche.

Pero no todo va a quedarse ahí. Acebes denuncia una nueva campaña de la banda contra intereses turísticos españoles. En definitiva, lo que está diciendo es que hoteleros y operadores están recibiendo las cartas que les conminan a pagar el impuesto revolucionario. Ahora bien, el problema de estas técnicas de financiación famosas no sólo es que obliggan a la víctima a ceder o blindarse (o marcharse de Euskadi), sino que crean un ambiente enrarecido, también en el ámbito económico. Por ejemplo, los empresarios vascos no se fían de la Hacienda Foral Vasca y de sus fugas de información. Un banquero comentaba a Hispanidad.com que sus clientes no quieren cambiarse de fondo de inversión, porque esa simple operación genera una serie de documentos oficiales a los que, sospechan, ETA va a tener acceso.

O sea, la locura.