Cada día que pasa, la sociedad española resulta más divertida. Nada de cine, lo mejor es leer la prensa. Por ejemplo, hoy nos enteramos de que un tribunal andaluz ha condenado al dueño de un club de alterne (que significa justamente eso que está usted pensando) a dar de alta a sus prostitutas con categoría laboral de camareras.
Se trata, nada menos, que del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, esa instancia jurídica que el PSOE quiere convertir en la última instancia jurídica, con categoría de Tribunal Supremo.
Pero no se crean que el camino ha sido fácil, no. La sentencia cuenta con tres votos individuales, en los que sus señorías advierten del "peligro que supondría que el empresario se viese con el derecho de poder forzar a las chicas a ejercer la prostitución, violando así la libertad de las chicas".
Lo de forzar a una prostituta a ejercer la prostitución es algo que rompe mis ya de por sí débiles esquemas cartesianos. Incluso los míos que, como supongo los de otra mucha gente, se ponen siempre en guardia en cuanto se conjuga el verbo 'forzar'. Pero, sin ánimo de caer en el morbo, ¿a qué puñetas se dedican estas chicas durante su jornada laboral?
Como digo, esta sociedad es divertidísima. Un poco hipócrita, la verdad, pero muy divertida. Se supone que sus señorías velan porque a ningún ciudadano se le fuerza a prostituirse, velatorio más que elogiable. Ahora bien, ¿por qué entonces lo de disfrazarlas de camareras, manifestando la profunda preocupación de que el pérfido empresario pretenda ejercer de proxeneta (y nosotros pensando que tal es, precisamente, su condición y oficio)?
En cualquier caso, los votos particulares dan pie a elucubrar sobre lo que ocurriría si se alcanzara el gran objetivo de la progresía: la legalización de la prostitución. En el consiguiente convenio a tal regulación, no el de camareros, deberían especificarse los turnos horarios, las características de la profesión, la obligatoriedad del catre, etc. Todo muy divertido.
Eso sí, a ningún magistrado del Tribunal Superior de Andalucía se le ha ocurrido levantar la mano para, como diría Felipe González, "solemnizar lo obvio": la prostitución no es una profesión, sino una degeneración y una esclavitud. Por tanto, lo que hay que hacer no es regularla (de la misma forma que no se legaliza el oficio de ladrón), sino ilegalizarla e intentar que las prostitutas abandonen un oficio tan degradante. Pero no, resulta mucho más progre convertirlas en camareras, que, como su mismo nombre indica procede de 'cama'.
¿Qué por qué no se hace? Hombre, porque si de verdad se quiere luchar contra la prostitución habría que atajar sus causas. Y entonces...
Eulogio López