El ministro de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, trata de "tender puentes" en la relación institucional con los Estados Unidos. Afirma que Zapatero será garante de la reducción del antiamericanismo generado por Aznar y que el Gobierno socialista recogerá más frutos que la política de fotos y gestos emprendida por el Ejecutivo anterior. Lo mismo que señalaba Bono a Hispanidad.com el pasado viernes 5: "Algunos se creen que por poner los pies en la mesa y fumarse un puro muestran más cercanía".
Junto a Moratinos, De la Vega y Bono se deshacen en besamanos al Gobierno Bush con la retahíla ya escuchada: "España y Estados Unidos son los países aliados, socios y amigos". Bien, pero el canciller español pone precio al apoyo. En primer lugar, recuerda que España es un país privilegiado por sus lazos con Hispanoamérica y el mundo árabe. Y después insiste en destensar las relaciones con la dictadura castrista.
Con estos mimbres, el supuesto rédito español con la gestión socialista está por ver. El embajador español en Washington, Carlos Westendorp, está cansado de deshacer entuertos. Y sobre todo, está la auditoría de los últimos tiempos: El 23% de las empresas que exportaban a Estados Unidos han dejado de hacerlo en el tercer trimestre y la situación no parece mejorar, la macrobase de Rota la hemos perdido, hemos visto pasar contratos importantes para nuestros problemáticos astilleros y, sobre todo, hemos perdido el acceso directo a la información de la CIA que ahora deberemos consumir vía París.
Esta es la factura ya pagada. Todavía queda el IVA por el apoyo expreso e irresponsable del Gobierno español a la candidatura de Kerry. Y los Estados Unidos no saben mucho de deducciones fiscales. Perdonarán, sí, pero no olvidarán.