¿En qué consiste el proyecto Bolonia? En que los profesores se conviertan en animadores culturales. Por el momento es una de las mejores definiciones que me han dado -un profesor universitario- recientemente.

Reconozco que nunca he entendido la enseñanza. Personalmente, pienso que a los adolescentes se les debe encerrar a los 15 años en una celda, tirar la llave y no romper la puerta hasta cumplidos los 30 años, que es cuando comienza a madurar la actual generación. Hasta el momento, la caverna que gobierna nuestra educación no acepta esta vanguardista solución, por lo que nunca he tenido oportunidad de experimentarla... científicamente.

Veamos. Por una parte, contamos con la izquierda vocinglera opuesta al plan Bolonia, porque va a privatizar la educación. Su postura me parece de lo más acertado. En serio, en primer lugar porque necesitamos a esa izquierda clásica que se preocupaba por la justicia social, aunque sea liberticida y no tenga la menor idea de en qué consiste Bolonia. Mejor la izquierda clásica que la izquierda progre, capitalista y abortera, que es la que ocupa el poder ahora mismo.

Además, como siempre ocurre con las protestas, incluso las más majaderas, en parte tienen razón.

Bolonia no es más que la imitación europea de la denostada educación norteamericana. En Estados Unidos, y cada vez más en otros países, como Alemania o Reino Unido, han descubierto que lo que no cuesta no se valora. En España, al igual que en Francia o Italia, cualquiera puede hacer una carrera. Y lo que es peor: la hace. En Estados Unidos no, porque te la tienes que pagar. Por eso los estudiantes comen en clase, pero valoran mucho su titulación. Por eso, la sociedad norteamericana alaba a los doctores, mientras que la española los desprecia. Hay menos licenciados en USA que en buena parte de Europa, pero en USA todo licenciado encuentra trabajo, por lo general en lo suyo, mientras que en Europa no. La diferencia consiste en que la universidad norteamericana es carísima y valora más la investigación personal que los exámenes. El profesor pasa a ser un coordinador, no la autoridad a la que se aplaude al entrar en clase o el poder contra el que luchar. No, no es distinto: nada más parecido a un ídolo que un esclavo.

En definitiva, en Norteamérica se ha creado una sociedad con dos clases: la universitaria y la trabajadora. Al parecer no les importa, y por esa privatización han conseguido menos licenciados frustrados y, en compensación, una brecha educativa importante.

Bolonia es USA. Es la paradoja de la decadente Europa: dice no soportar el estilo de vida americano, pero no hace otra cosa que imitarlo. Lo cual puede ser bueno o malo, siempre que se evite la contradicción y siempre que no olvidemos de que lo único que le falta a Estados Unidos es historia.

Y a la postre: ¿Bolonia es bueno o malo? Pues depende. ¿Qué prefiere usted: la transmisión de conocimiento y la igualdad de oportunidades para obtener una diplomatura o que los estudiantes valoren el aprendizaje porque les cuesta ganarlo? Si optan por la segunda parte, lo suyo es Bolonia. ¿Qué prefiere usted, el certificado de autoridad que proporciona la experiencia o la investigación propia, de corte mayéutico, del discente? En el segundo cazo, lo suyo vuelve a ser Bolonia.

Yo no tengo opinión, por mi precitada sospecha permanente sobre la educación: no creo en ella. Como mucho creo en la formación, pero para creer en la formación antes hay que creer en la verdad, que es en lo que no cree el pedagogo de hoy.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com