Sr. Director:
Habitualmente soy crítico con nuestro presidente Néstor Kirchner, que desde hace un año está diseñando la total y definitiva destrucción del país, iniciada con Perón, reinstalada por Alfonsín y potenciada con Duhalde. Pero, esta vez, debo reconocer que nuestro presidente ha tomado una acertada decisión.
Primero pensé que su idea de no asistir al casamiento del Príncipe Felipe, era una muestra más de la grosería de este Gobierno, ya peleado con casi todos los sectores de la vida nacional e internacional. Pero al ver las imágenes del casamiento, en ese ambiente de buen gusto, sin estridencias, apretujones, gritos, ni periodistas metiendo micrófonos en la boca del Príncipe, ni a éste rompiendo el cerco de guardaespaldas y mezclándose con la gente, advertí que ése no era el lugar para nuestro presidente.
Aparte de la nobleza presente, a quien Kirchner seguramente hubiera negado el saludo, estaban dignatarios de varios países, además de personajes importantes de la cultura, todos con porte elegante, que seguramente hablarían inglés y otros idiomas aparte del propio, viajeros conocedores del mundo, muchos de ellos educados en universidades de renombre internacional... No era un lugar para nuestro presidente. Imaginen el contraste. La figura de este montonero frustrado, despeinado, con el saco, y quizá la bragueta, abierto, en mocasines con medias rojas caídas, hubiera sido grotesco. Además, ¡qué horror!, habría demasiada gente de uniforme, que, como se sabe, hubiera provocado serios ataques de alergia a nuestro representante.
En cuanto a sus acompañantes, imaginen el escándalo que pudo haber armado Cristina cuando la quisieran subir a un ómnibus para los traslados, o el escándalo conventillero en la iglesia, si no la ponían en primera fila.
Recordemos que en ocasión anterior, nuestro presidente, cuando la fila de Rolls Royce recogía a cada mandatario para ir al Palacio de Buckingham, se negó a subir al vehículo diciendo "A un Rolls Royce yo no subo" (¡machazo el hombre!), y en cambio subió a un Mercedes Benz, que tuvieron que traerle (no hubo tiempo de avisarle que ese auto lo hacían los alemanes, quizá hijos de los nazis).
Delicadezas como las que vimos en la boda principesca no se corresponden con nuestra imagen de país sudaca, acostumbrados como estamos a bodas como la de Maradona o la de Menem, por lo que no podemos menos que felicitar a nuestro Gobierno por habernos evitado el bochorno y la vergüenza de vernos comparados internacionalmente por semejantes representantes.
¡Bien hecho, presidente! ¡No teníamos nada que hacer allí!
Fabian Ivo Lupidi
fabianlupidi@yahoo.com