El Papa clausura la Jornada Mundial de la Juventud con su estilo: moderado en las formas pero con un mar de fondo que rozó lo apocalíptico. Para el hombre de Roma, el mal ya no se circunscribe al aborto, sino al desprecio general por la vida humana, lo que ha dado en llamarse "la abolición del Hombre". Para RTVE, no obstante, lo importante es que pidió perdón por los curas pederastas

Medio millón de jóvenes se han marchado a las antípodas durante varios días, muchos de ellos gastándose sus ahorros o endeudándose- para escuchar a un anciano. Hoy domingo, madrugada en Europa, ha concluido la Jornada mundial de la Juventud (JMJ) en Sidney. Los jóvenes han soportado una vigilia de oración en medio del frío austral. Han recuperado así la oración mental, junto a la Eucaristía, el arma más poderosa de lo cristianos de todos los tiempos, tantas veces olvidada.

Luego llegó el Papa. Benedicto XVI les preguntó a los convocados qué mundo querían construir. Un día antes les había recomendado que dieran un sentido a su vida, ahora pasaba del hombre a la humanidad, y hablaba, en un sentido casi apocalíptico, aunque con la mesura pedagógica que le caracteriza, de un mundo que afronta el imperativo de renovarse si no quiere desaparecer. ¿El camino de esa renovación? La defensa de la vida. ¡Ojo!, ya no se trata de una lucha contra el aborto,que ha terminado con la tercera parte de la humanidad, en la mayor matanza de la historia. No, el profesor Ratzinger iba aún más allá y habla del desprecio por la vida humana, por el ser humano, aludiendo, una y otra vez, a ese fenómeno que ha dado en llamarse "la abolición del hombre", según proposición del pensador británico Clive S. Lewis.

Son dos fenómenos concatenados: el relativismo que ha renunciado a la verdad y, con ello, al hombre como ser racional y como hijo de Dios y, de la mano de ese relativismo, el homicidio permanente y reconocido, el ensañamiento con los débiles, sean niños no nacidos, mujeres o ancianos terminales. En resumen, el mundo moderno odia la debilidad y pretende destruirla. Lo que vino a decir Benedicto XVI es que hay que volver a respetar la vida y al hombre, que es sagrado, y que hay que volver a la verdad... o el mundo no sobrevivirá a su propia contradicción. No morirá, pero estallará en mil pedazos.

Los chicos de la TV pública española, y el sistema mediático en general, no captaron el mensaje papal porque son incapaces de entenderlo. Por eso, han titulado que lo más importante de toda la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) donde, casi se podía palpar la gracia del Espíritu santo, fue que Benedicto XVI había pedido perdón por los curas pederastas. Está claro que ellos no lo pedirán por su manipulación rampante, por su engaño a lectores, radioescuchas y teleespectadores, a los que han privado de unas palabras y de unas ideas que podrían cambiar su vida.