Olvida que su mujer nunca se presentó a la Alcaldía y nadie la votó para ese cargo

A José María Aznar, un hombre dotado de buena memoria, se le nubla el entendimiento cuando habla de su esposa. El que fuera presidente de Gobierno ha concedido una entrevista a Telecinco en la que no sólo defiende a su mujer como una muy buena alcaldesa, también afirma que debería volver a presentarse. Pero hombre, el amor es ciego, pero doña Ana jamás se presentó como alcaldesa. Mucho se le ha reprochado a Gallardón que abandonara el puesto de alcalde electo de Madrid para dejárselo en herencia a la mujer del ex presidente.

Pero el asunto no ha quedado ahí. Aznar, que no quiere volver a la primera línea de la política, pero está a disposición de España por si se le necesita,  exime de cualquier responsabilidad a su esposa en el caso Madrid Arena, en cuyo recinto fallecieron cinco muchachas que habían acudido a la luctuosa fiesta de Halloween organizada por Diviertt. Además, el expresidente del Gobierno asegura que "Tal vez en España buscamos culpables con demasiada facilidad y un 'dígame la resolución de todo desde el minuto uno'. Las cosas hay que analizarlas, hay que verlas, si usted tiene la responsabilidad de organizar una cosa, de garantizar la seguridad de esa cosa, usted empresa, en un sitio determinado, y no lo hace, sino que deja que entre el doble de gente y no adopta las medidas y no toma las decisiones correctas, ahí es donde en mi opinión recae la responsabilidad".

Aznar, que en su libro biográfico afirma que su mujer nunca tuvo interés por la política activa, alaba el coraje de su esposa, una cualidad que también se valora en el libro, donde se detalla como un enorme mérito que en 1977 hubiera participado como interventora de Alianza Popular en una mesa electoral en el Pozo del Tío Raimundo, un episodio vital que fue utilizado por Gallardón como argumento para meter a la mujer del jefe en política. Según ha escrito Aznar, era necesario "tener coraje y compromiso" para participar en una mesa como aquella. Señores, que en El Pozo, con o sin padre Llanos, no asesinaban a los peperos. Que no había tribus caníbales ni pirañas. ¡Ay, qué valiente es doña Anita!

Sara Olivo
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