Sr. Director:
Nadie que se precie de persona de bien, aprueba el aborto, sea o no creyente. Va contra el hombre, que inicia el recorrido de su vida en el mismo instante de su concepción. Abortar a un niño es matar al hombre que sería. No sólo los católicos consecuentes están a favor de la vida.
Otros, incluso comunistas y ateos, también lo están. Un caso conocido: el del coreano Raghavarshi. Dice Raghavarshi, Premio Kwangju de los Derechos Humanos: "En la base de todos los derechos humanos está el derecho a la vida. Hemos de defender el derecho a la vida del embrión desde el mismo útero". El filósofo y jurista Bobbio, ateo y antiabortista, consideraba el derecho a la vida como un dogma laico. El comunista ateo Giuliano Ferrara, director del diario II Foglio, afirma: "el aborto es un homicidio", y ha propuesto que la moratoria en la aplicación de la pena de muerte, se extienda también al aborto. Incluso hay feministas pro-vida.
La mujer no gana con el aborto: es mayor el riesgo psíquico que se corre con un aborto que con un embarazo. Y, en cuanto a lo físico, ya sabemos: peor un aborto que un parto. Lo que hay que hacer es ayudar a la mujer en apuros: matar al niño ni es correcto ni soluciona el problema. El quid está en que a los ricos les estorban los pobres y mediante el aborto quieren eliminar a la población, por intereses inconfesables. Por desgracia, los autodenominados progresistas parece que se han aliado con Rockefeller y otros que se han subido al carro de instituciones de la ONU para llevar la muerte por el mundo. Llaman al mal, bien. La muerte no puede ser progreso: el progreso está en la vida y en la educación.
Josefa Romo
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