Aerolíneas Argentinas se convierte en el arquetipo de la política actual: los gobiernos salvan el patrimonio de los empresarios privados y, a cambio, obtiene votos para mantenerse en el poder. En ARSA, el Gobierno español y el argentino cubren con dinero público el desastre del grupo Marsans, éste, Díaz Ferrán, se embolsa el dinero y Cristina de Kirchner obtiene el rédito electoral Aerolíneas Argentinas (ARSA) se ha convertido en la estrella de las trascendentales elecciones legislativas que se celebran este domingo en Argentina. Y el caso ARSA constituye un verdadero arquetipo de la peligrosa tendencia de la democracia a convertirse en plutocracia, en el Gobierno del dinero, tendencia que se agudiza ahora, con motivo de la crisis económica y cuando el Estado se ha convertido en el salvador de bancos y empresas en crisis en todo Occidente. Y todo ello, con el silencio culpable de la prensa. Un detalle: del caso Aerolíneas se habla mucho en Argentina porque es donde el matrimonio cleptómano Kirchner lo utiliza como bandera electoral, pero nada en España, que ha sido el pagano del desastre que la empresa Marsans, propiedad del presidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, y del vicepresidente, Gonzalo Pascual, provocara en el transporte público argentino.

El diario La Gaceta publicaba el sábado 27 un buen reportaje bajo la firma de Carmen Porras, en la que aseguraba que Aerolíneas Argentinas le cuesta más de 2.500 millones de euros al Estado Español. La verdad es que le ha costado bastante más, porque todo el proceso se enfangó cuando el Gobierno Aznar regaló ARSA a Marsans, además de 758 millones de dólares para reflotar acompaña. Ferrán y Pascual no dedicaron parte del dinero a anular pasivos por lo que están imputados en el Juzgado 35 de Madrid por delito fiscal, falsedad documental y estafa procesal.

Por otra parte, el Gobierno español sigue apoyando la renovación de la flota de Aerolíneas y el Gobierno argentino pagaba los sueldos del personal de Aerolíneas ya antes de su nacionalización. En definitiva, plutocracia. No es exactamente corrupción, porque la corrupción consiste en que el político se mete en el bolsillo dinero público, sino una corrupción a la inversa: el político, con el dinero de los demás, el dinero público, cubre las pérdidas que provocan los empresarios privados y sacan rédito electoral de esa situación. Demostración: no se pierdan el discurso -recta final de campaña- de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en la entrega de un nuevo avión a Aerolíneas Argentinas, compañía re-estatizada por La Casa Rosada. Y dice bien, doña Cristina, cuando recuerda, por dos veces, que el Gobierno argentino ya pagaba los salarios de los trabajadores de ARSA. Es decir, que La Casa Rosada pagaba los sueldos, Moncloa los aviones y Marsans cobraba los réditos: la viva imagen de la plutocracia.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com