Antes la España rota que la España atea. Estoy dispuesto a aceptar que Rafael López-Diéguez, el promotor del nuevo partido Alternativa Española (que este fin de semana celebra su reunión en Madrid), es un tipo sincero, que cree en lo que dice, no un fascista disfrazado de cristiano. Me consta que es un cristiano consecuente que no ha deificado la patria. Y más: estoy dispuesto a creer que no solo no es un fascista, sino que incluso ha limpiado Alternativa Española de todos los elementos montaraces en los que pensamos cuando hablamos de extrema derecha: buena darte de la falange, neonazis, violentos de distinto signo, recalcitrantes de todo signo, e incluso algún repugnante promotor de casa de lenocinio en la zona del Levante.

Desde luego, le reconozco fidelidad a una serie de principios (ahora llamados valores) cristianos, los mismos que abandonara el Partido Popular para aburrirse mortalmente en el desierto del centro-reformismo. Y por último, él no tiene ninguna culpa de ser yerno de Blas Piñar. Lo es y defiende al padre de su mujer, como es muy natural.

Pero dicho todo ello, Alternativa Española no es la solución al voto cristiano. Yo, al menos, no creo que lo sea. Alternativa Española habla de defender la vida y la familia natural, y en esto se parece, como dos gotas de agua, a Familia y Vida, un partido que ya lleva cuatro elecciones sobre sus espaldas. A partir de ahí, Alternativa añade lo de la unidad de la patria, y tampoco ahí habría mucho que decir. El patriotismo es una virtud, no un defecto. Simplemente, no es la virtud principal y considerarlo así conduce al desastre. Rafael López-Diéguez no lo piensa así, pero, en cualquier caso, considera que la unidad de España complementa los valores de la defensa de la vida y la familia, sin duda, los más atacados hoy.

Probablemente, Familia y Vida entraría en liza con Alternativa Española en el momento mismo en el que habláramos de inmigración (es decir, de globalización, que es el fenómeno de hoy) o incluso de justicia social. Porque la política de Juan Pablo II en materia de globalización son las fronteras abiertas (y los brazos también abiertos) al inmigrante, y todos los votantes de Familia y Vida, al menos si son fieles a su programa, estarían dispuestos a abrir las fronteras, pero no sé cuántos de Alternativa Española comparten esa opinión.

Tampoco sé si Alternativa Española aceptaría cuestiones talas como el cheque escolar o el salario maternal, pero Ahora bien, dicho todo lo anterior, a pesar de todo lo anterior, yo creo que el nacimiento de Alternativa Española, la obra de López-Diéguez, es contraproducente. Me explicaré: la única manera de defender una serie de principios, atacados desde la izquierda y la derecha, es la confesionalidad. La confesionalidad no es lo propio del siglo XIX, sino del siglo XXI. Es más, personalmente no me agradan los partidos confesionales (ojo, hablo de partidos políticos confesionales, no de Estado confesional), simplemente, la confesionalidad viene impuesta por la anticonfesionalidad del laicismo imperante.

En definitiva, Alternativa Española, con toda su buena intención, pertenece al esquema de partidos propios del siglo XX. Lo natural en el siglo XXI es la confesionalidad. En primer lugar, porque el mundo de las ideologías ha muerto, y por tanto, la humanidad se divide ahora entre los que creen en una vida después de la muerte y los que no. En segundo lugar, porque es ese laicismo agresivo en el que ya no se entiende ni de izquierdas ni de derechas y sólo tiene un objetivo : marginar a los cristianos. Así que lo lógico es que los cristianos nos arropemos en partidos confesionales (que no clericales, ojo, que no tiene nada que ver) por la sencilla razón de que el adversario es ferozmente anticonfesional o, para ser más exactos, ferozmente anticristianos.

 

El ser de España, no radica en la unidad de sus tierras ni en la inviolabilidad de sus fronteras. El ser de España es su fidelidad al Evangelio o su odio a Cristo, que a estos efectos viene a ser lo mismo. En España no se blasfema para negar a Dios, sino para contrariar a Dios. Tan sólo durante poco más de un siglo, el de Isabel de Castilla, Carlos I y Felipe II, España fue una potencia mundial. Pero bastó ese lapso para que, todavía hoy, en el siglo XXI, casi la mitad de los católicos del mundo hablen castellano. El ser de España es hispano y de ahí la necedad que representa el indigenismo redivivo. Y en Europa, el catolicismo llegó hasta donde llegaron las armas españolas. Y fue España quien, en una batalla que tantos tratan de ocultar, junto al istmo de Corinto, evitó que las mujeres europeas de hoy vistan el burka, cuando las naves españolas se pusieron al servicio del Papa para detener al turco. (Por cierto, hablando de Lepanto, graciosísimo el empeño del Gobierno Zapatero de lanzar, en el aniversario de El Quijote, un Miguel de Cervantes revisado, casi progresista. Precisamente el autor de El Quijote, la novela católica por antonomasia, escrita por un manco cuya esperanza estaba más allá del horizonte, que hizo historias de ficción con metálica cristiana, no precisamente de ficción. El Cervantes progre que nos quiere vender Zapatero no es ni quijotesco ni sanchista: es una cursilería).

Aún más. Dentro del orbe católico, España se acogió a la especialidad mariana. Juan Pablo II no lo dudó un momento. Desde sus primeros viajes, nuestros vecinos del norte se quedaron con el título de la católica Francia, pero España fue la tierra de María. La Festividad de la Virgen del Rosario (7 de octubre) coincide con la victoria de Lepanto. En España, siempre se ha considerado que el amor a la madre y el respeto a los niños (esa cualidad española que tanto asombraba a Chesterton durante sus viajes a España allá, ¡ay dolor!, por los años 30 del pasado siglo) eran un signo de reciedumbre.

Por tanto, muchos preferimos una España rota a una España atea. Atea sí, porque ese materialismo práctico (el 75% de los españoles se confiesan católicos, según el CIS), que ni tan siguiera tiene garra para quemar templos, se conforma con la tontuna del laicismo, la tolerancia y la de la fe fuera de las leyes.

Traducción: es Alternativa Española quien debe acercarse a Familia y Vida, no al revés, y todo ello bajo el signo de la confesionalidad, que es lo propio del siglo XXI. Y para ese gran partido confesional católico (insisto, partido confesional, no Estado confesional) habría que contar con los elementos cristianos del Partido Popular, una formación que es algo peor que un partido ateo : es un partido vergonzosamente cristiano. Y habrá que contar también con los católicos descolgados de aquellas formaciones nacionalistas que han decidido adorar a su Moloch provinciano. Y también con Comunión Tradicionalista Carlista (a ver cuándo se apea el apellido carlista, que tiene más historia que presente), y con todos aquellos que están convencidos de que las ideologías murieron con la modernidad, allá por el Jubileo del año 2000, y que amanece un mundo que no tiene por qué ser ni mejor ni peor, sino distinto, y donde las distinciones son muy otras, y no vienen marcadas por las clases sociales, sino por el ideario personal, sobre el sentido de la vida que tiene cada cual. Y todo ello, por supuesto, con un sentido muy claro de la libertad personal.

No, Alternativa Española, por el momento, pertenece al siglo XX. Y estamos en el XXI.

Por eso, creo que ni el PSOE ni el PP, ni ningún otro partido clásico, puede responder a las naturales exigencias de los cristianos en la vida pública. Y , como ya he dicho anteriormente, Alternativa Española forma parte de ese esquema ideológico del siglo XX. No, no es la respuesta. La respuesta a los anhelos del voto católico es la confesionalidad. Cuanto antes lo aceptemos (y para mi generación resulta difícil aceptarlo, porque teníamos 40 años cuando se acabó la modernidad, allá por el año 2000), mucho mejor.

Eulogio López