El magnífico psiquiatra Juan Antonio Vallejo Nájera defendía que existen locos buenos y locos malos. Que la locura no llevaba a la maldad pero sí la maldad a la locura. Les recuerdo estas reflexiones porque la maldad que contemplamos en An American crime es tan espeluznante como incomprensible.

El 26 de octubre de 1965, una chica de 16 años llamada Sylvia Likens fue encontrada asesinada en una casa de las afueras de Indianápolis, Indiana. Sobre ella se había ejercido todo tipo de violencia en un mugriento sótano. Pero lo más increíble de este tortuoso hecho es que los responsables del maltrato continuado que la llevaron a la muerte fueron menores (algunos niños de menos de 10 años) influidos por una mujer llamada Gertrude Baniszewski, a quien los padres de Sylvia  habían confiado el cuidado de la muchacha y de su hermana.

Pocas veces en el cine hemos visto una película con una atmósfera tan opresiva como la de An American crime, que se agudiza porque no se entiende hacia dónde camina o qué objetivo persigue. Con su morboso desarrollo no se sabe si pretende acusar a la comunidad que hizo oídos sordos a lo que ocurría en ese sótano, a la sociedad que desprotegió a unos niños en manos de una madre incapaz o a los pastores de la iglesia protestante -a la que pertenecía Gertrude- que no fueron capaces de descubrir lo que sucedía en su interior. Sea como fuere, la película (que les informo está basada en hechos reales) no resulta recomendable a pesar de contar con unas más que excelentes interpretaciones a cargo de Ellen Page (la protagonista de Juno) y Catherine Keener y ello se debe a que contemplar la maldad sin justificación repercute en la sensibilidad de cualquier espectador. Están avisados…

An American crime se estrenó el viernes 13 de junio

Para: Nadie