Pretende que la Comisión decida cuánto dinero pone cada uno y en qué se gasta
Almunia quiere más. A pesar de haber mantenido un perfil bajo durante todo este tiempo en que ha sido comisario de rebote, ahora quiere meter mano de verdad. No le bastan sus competencias y quiere controlar con mayor rigidez el déficit y las políticas de infraestructuras de los Estados miembros. Y eso, a pesar de que la política económica no está comunitarizada. Ya les costó bastante a los Estados miembros ceder su soberanía monetaria en el BCE.
Por supuesto, no se trata sólo de la ambición personal de un Almunia al que le queda grande el traje. Se trata principalmente de un intento de la euroburocracia de controlar de manera más estrecha las políticas fiscales y de infraestructuras de los Estados miembros. Es decir, la columna vertebral de la soberanía: cuánto dinero ponemos y en qué nos lo gastamos. Una injerencia que terminará imponiéndose por la fuerza del Tratado de Lisboa. Lo que no está nada claro es que sumando burocracia seamos más eficaces en la gestión. Pero en la UE nadie se atreve a abrir la boca y el Leviatán continúa consumiendo competencias.
Vamos, que Almunia quiere más poder.