La encuesta sobre hábitos alimenticios de los españoles se ha mostrado como un gran chivato de la sociedad española. Especialmente en el apartado de dónde comen las familias españolas:

-Cada uno por su lado –confiesa uno ante las cámaras de Televisión Española (ya saben, como el chiste: yo les doy 100 pesetas y que se compren lo que quieran).

-En el sofá, viendo la tele (es la opción denominada comunicación familiar intensa... con la tele, claro, no entre sus miembros).

-Vas picando, tercia un tercero.

El crecimiento de la urbanización forzó a los hispanos a adquirir los hábitos anglosajones: buenos en el desayuno y horribles en la cena. En definitiva, se come fuera de casa, para alargar la jornada laboral y por la enorme distancia entre domicilio y centro de trabajo. Eso fuerza a los niños a comer en el colegio y fuerza a las familias, si es que al menos pretenden hablar al final de la jornada, a una cena más copiosa de lo que aconseja el canon de alimentación: desayunar como un rey, comer como un príncipe y cenar como un mendigo.

Pero eso es lo de menos. Lo de más es que se ha tendido a suprimir la alimentación como excusa. Uno iba a comer, pero sobre todo iba a conversar con los suyos. Hoy, al menos en las grandes ciudades (y cada vez es mayor el porcentaje de población que habita en las grandes ciudades), los almuerzos de trabajo han sustituido a las comidas familiares. Es decir, que ya no se intercambian ideas y experiencias, sino contratos y propuestas comerciales. Y la cena, aún reservada a la reunión con los próximos, se ha convertido en una especie de conferencia dictada por la televisión.

A ver si en estas 'pequeñas cosas' va a estar la causa de muchos de nuestros males. A fin de cuentas, algo falla si Alfredo Urdaci se convierte en el amigo de todos los españoles.

La comida como excusa para la comunicación (familiar o de amistad) es uno de los fundamentos de la sociedad moderna. Por la misma razón, la bebida como excusa para esa misma comunicación es uno de los grandes logros de la civilización. La bebida como fin en sí mismo constituye un espectáculo bastante triste. Quien haya entrado en una taberna alemana, donde hasta que alguien no ha bebido más de la cuenta reina un espantoso silencio, y haya comparado el ambiente con el de un bar de tapas hispano sabrá perfectamente de qué le estoy hablando.  

Por último, pongan en relación los resultados de este informe con la referencia que hacíamos días atrás en Hispanidad.com: España y Francia son los dos únicos países que alargan hasta bien entrada la tarde (en invierno la noche) los horarios escolares. Parece como si estuviéramos reinventando el internado. Hablamos poco en familia, y a los niños, a los pocos que tenemos, ni les vemos. Luego, siempre habrá algún ingenuo que se pregunte por qué pasa lo que pasa. 

Eulogio López