El ambiente en el seno del PP es de desamparo, desubicación y derrota. La mayoría descuenta que el PSOE ganará las próximas elecciones europeas. La "segunda vuelta" para deslegitimar la victoria socialista del 14-M está perdida. El plebiscito sobre la retirada de las tropas, también. Pero el PP está tan débil que no ha tenido fuerzas ni para enchufar el ventilador ante el fracaso de la ministra de Agricultura, Elena Espinosa, en las negociaciones de Bruselas. Y, para colmo, el liderazgo de Rajoy no se afianza, los rumores sobre su dimisión en el próximo Congreso crecen, y Aznar amenaza bicefalia. Mal escenario.
Muchos siguen sin digerir que han pasado a la oposición. No entienden que deben de reunirse con todos. Tampoco entienden que no pueden rehuir de ni un sólo medio de comunicación para hacerse oír. "Hay que estar hasta en radio taxi si hace falta", señalan los más críticos. Son los que esperan una gran derrota en las próximas elecciones europeas que propicie una verdadera renovación. Una especie de vacuna que despierte los anticuerpos que el PP tenía en el 96: liderazgo claro, discurso coherente y oposición firme en materia económica.