Por la esperanza se arriba a la fe que nos colma de contenido la existencia y ésta no muere en el vacío ni acaba en la puerta lóbrega del tiempo. La esperanza abre la puerta a una existencia nueva.
Los mortales cohabitamos sin esperanza porque se proyecta vivir en un mundo sin Dios, que desemboca en un final perverso de todas las cosas, expuesto por Kant. La esperanza procede del encuentro real con Dios.
La fe tiene su arranque en la esperanza, que es una estable disposición del ánimo por la que genera en nosotros la vida eterna y el pensamiento se siente exhortado a admitir lo que ella misma no ve.
Es una existencia, por tanto, asentada en la certeza de la esperanza.
Por otra parte, la locución vida eterna trata de dar un nombre a esta realidad desconocida.
Francis Bacon afirma que, el considerar que el hombre sería redimido por la ciencia, es una especie de esperanza engañosa.
La verdadera y gran esperanza del ser humano es Dios, que nos ha amado y nos sigue queriendo. Es cierto que el hombre precisa de una esperanza que vaya mas allá de lo material, que sólo puede deleitarse con algo eterno, una esperanza que no se extingue en las noches de la soledad.
Por lo tanto, un mundo sin Dios, es una existencia sin esperanza.
Clemente Ferrer Roselló
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