Estamos a un paso de democratizar la Zarzuela. Según informa el diario El Mundo, doña Letizia Ortiz Rocasolano fue la musa inspiradora del pintor cubano Waldo Saavedra, para un póster del grupo musical mexicano Maná. En ella aparece una sirena, que esconde la cola pudorosamente bajo el agua, aunque la parte superior de la superficie exhibe una refrescante naturalidad, muy propia de las sirenas, mientras sostiene en la mano un avión de papel incendiado (las evocaciones oníricas del invento las dejo al libre albedrío del lector).
Esto de doña Letizia es como la danza de los siete velos. Cada día que pasa descubrimos una nueva etapa de la rica vida anterior de la periodista asturiana.
Waldo, el artista, manifiesta que "lo que más recuerdo es que era una chica muy sensible a la cuestión artística". Lo de la 'cuestión artística' es bonísimo y nos transporta a un mundo lleno de luz y de color, de sensibilidad estética y profundidad ética.
De hecho, toda la historia del progresismo y la tolerancia mantiene un punto común: el punto G. La carrera por la democratización de la más alta jefatura del Estado, que ahora acaba, precisamente, con doña Letizia, comenzó el 14 de abril de 1931, cuando se proclama la II República de España en la Puerta del Sol. Allí se pudo ver, en la calle Carretas, histórica bocacalle del popular Kilómetro cero, a un grupo de mujeres de su tiempo, en un ambiente de euforia y libertad por el monarca autoexiliado, levantándose las faldas mientras gritaban con refrescante picardía: "¡Viva la libertad de enseñanza!".
Y la cosa siguió con un gratificante feminismo. En la misma República, cuentan de aquel orador anarquista que se dirigía a las masas gritando:
-Al final, entre hombres y mujeres apenas hay una pequeña diferencia.
Lo que fue aprovechado por una mujer del público, asimismo muy sensible a la cuestión artística:
-¡Viva la pequeña diferencia!
Con la Ominosa, la negra censura oprimió mentes y ocultó entrepiernas, y hasta 1966 no llegó don Manuel Fraga, sí, el de ahora mismo, no su abuelo, que abrió el maloliente cubículo franquista a la modernidad. El pueblo, siempre sabio, lo tradujo así: "Con Fraga, hasta la braga".
Luego llegó la Democracia, y continuó la carrera por democratizar la Monarquía, el Estado, la Sociedad y al vecino del quinto. La libertad, la tolerancia, naturalmente, se dejaba ver donde siempre: es la época del destape. El alcalde de Madrid, el insondable doctrino Enrique Tierno Galván, se dejaba ver con cierta famosa vedette, que lucía sus atributos superiores sin bufanda protectora alguna. Y esto nos remonta otra vez al póster-cartel de Maná, a Waldo, porque, como alguien dijo: la historia de la moda es una continua alternancia (muy democrático, eso de la alternancia): en la que se pasa de enseñar por arriba a enseñar por abajo y vuelta a empezar. O sea, la libertad de enseñanza.
Luego llegó la foto más famosa de la historia económico-política contemporánea: la de cierta famosa a la que, siguiendo el ciclo-fashion, le tocó enseñar "lo de abajo", lo que hizo titular al moderado articulista Manuel Alcántara: "Le hicieron una foto con pelos y señales". Después de ello, el mundo empresarial español no volvió a ser como antes, pero, siguiendo el viejo refrán de que las personas (y los países) mejoran o empeoran pero no cambian, las cuentas corrientes siguieron creciendo, aunque hubo un ligero cambio de titulares.
A partir de ahí todo español culto y progresista procedió a cambiar de coche, casa y señora. Ayer mismo, los dos pesos pesados de José María Aznar durante sus ocho años de Gobierno, Francisco Álvarez-Cascos y Rodrigo Rato, recibían la Medalla de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Cascos, acompañado de la que amenaza con convertirse en su tercera esposa (ánimo Paco, vas a batir todas las marcas) y su compañero Rodrigo Rato, convertido en otra muestra de ejemplaridad social. El centro reformismo constituye otro avance democratizador, pero sus anhelos deben verse coronados como la conquista de la cima: la Monarquía.
Ahora, en la pos-transición, no hablamos de destape, sino de arte, es decir, de "sensibilidad a la cuestión artística". Por ejemplo, señora ministra de Educación, doña Pilar del Castillo, menos matemáticas y más póster gratis (póster artísticos, se entiende) de Maná para ser colocados en las carpetas de los adolescentes. Esto es arte, esto es calidad de enseñanza, sensibilidad hispano-cubano-mexicana, fusión de culturas, mestizaje artístico.
Mientras, los contratos basura seguían engordando, al mismo tiempo que las cuentas corrientes, pero eso sí, en mitad de una ola de tolerancia. Quedaba la Zarzuela, la más rancia institución del Estado. Pues bien, al fin ha caído: hemos 'democratizado' la Zarzuela. La sirena del avión ha abierto las puertas de la intolerancia en la misma cúspide de la Jefatura del Estado. Algún carca llamaría a esto escándalo público permanente, pero no hay que hacerle mucho caso (sólo el necesario). A fin de cuentas, cada pueblo tiene los Reyes que se merece. Una frase que, en las actuales circunstancias, podría parecer un poco cruel con el pueblo español, pero qué le vamos a hacer. La vida es dura muchacho, y la libertad no se conquista sin sangre.
En un espléndido reportaje en la revista Época, la periodista Mayte Alfageme hablaba de la autocensura de los medios informativos respecto al trágala de don Felipe de Borbón. Ya saben: o Letizia o rompo la baraja. Un trágala para los Reyes de España, a los que se presentó el asunto como un ultimátum, y un trágala para toda la prensa, que, presa de un ataque de responsabilidad social, ha decidido tragar con los siete velos, que amenazan con convertirse en setenta veces siete. No olviden que de la responsabilidad política puede decirse lo mismo que los anarquistas afirmaban del patriotismo: es el refugio de demasiados canallas.
La verdad es que el pueblo español (ese que se merece las reinas que le tocan) no traga, porque los comentarios que se oyen en la calle sobre doña Letizia Ortiz tienen poco que ver con los que leemos en la prensa o escuchamos en la repugnante prensa rosa (rosi-verde). Pero no importa. Ya lo dice Maquiavelo, en su obra "El Príncipe" (un modelo de tolerancia):
"Todo el mundo ve lo que parecéis, pocos conocen a fondo lo que sois, y este pequeño número no se atreverá a levantarse contra la opinión de la mayoría, sostenida además por la majestad del poder soberano".
No he visto mejor definición que ésta de la España del siglo XXI. Sólo le falta añadir: Felipe, haz lo que te salga de la libertad de enseñanza. Pero Maquiavelo era inteligente, no adivino.
Y, por cierto, Pedro J. Ramírez, no me parece nada bien que no hayas llevado a portada un 'exclusivón' como éste. Pedro José, te veo poco sensible a la cuestión artística. Menos preocuparse por la estabilidad monárquica y más por la democracia y la tolerancia. Aunque hay que reconocer que la progresía está feliz: ha logrado colocar en la cúpula del Estado a quien nunca le avergonzará con su conducta.
Total: que hemos democratizado La Zarzuela, abajo el común denominador del glorioso camino hacia la tolerancia. Abajo los curas y arriba las faldas. Bueno, o arriba las sirenas, que tanto monta, monta tanto.
Posdata: Desde Hispanidad seguimos dando ánimos a Monseñor Estepa, encargado del cursillo prematrimonial (cursillo, no relaciones) de don Felipe de Borbón y doña Letizia Ortiz Rocasolano. Estamos con usted, Monseñor: el trabajo es duro, pero alguien tiene que hacerlo.
Eulogio López