En estos terruños han proliferado las iniciativas en defensa de las mujeres maltratadas y de los chiquillos nonatos. Es célebre la tenaz labor de un facultativo, adalid de la guerra israelí, el especialista Eli Schussheim, que desde hace veintiocho años preside la mayor institución antiabortista de su país.
Regresó a Israel proveniente de Argentina. En 1977 se enfrentó al decreto que legitimó la aplicación del aborto en Israel. Fue el iniciador de Efrat, institución que está guiando un trabajo para la protección de los bebés. Ha recuperado, en estos años, a 17.000 vástagos de la masacre del aborto. Sólo el pasado año, la suma se elevó a 2.000 chavales.
Su institución persuade a las adolescentes frágiles para que no aborten y han manifestado la necesidad de restaurar el derecho de escoger la vida. Los activos componentes de Efrat no titubean al recriminar de holocausto silencioso los dos millones de chiquillos abortados en Israel desde 1948, año en que se aprobó la constitución israelita.
Schussheim ha conseguido, tras múltiples pugnas con el poderoso Consejo de los Rabinos de Israel; que se censuraran los abortos y que se instituyera una comisión para impulsar, en el Parlamento israelí, la práctica rigurosa de la actual legislación o la anulación de las prácticas abortivas.
Mi madre acudió al médico en su segundo mes de embarazo. El médico decretó la interrupción del embarazo, pero mi madre se negó. Siete meses más tarde nací yo. Hoy, en 1824, en Kärmerton de Viena, estreno mi novena sinfonía, mi canto personal a la alegría de vivir. Beethoven.
Clemente Ferrer Roselló
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