Afirmar que el precio del petróleo lo fija el mercado cuando existe un cartel productor, resulta un tanto ingenuo. Es verdad que el empujón económico chino está presionando al alza el precio del crudo. Pero también es verdad que los países productores manejan a sus anchas las cuotas de producción inyectando o desinyectando material en el mercado.
El presidente Hugo Chávez ha encontrado el oxígeno que necesitaba en una economía seriamente pretrolizada como la venezolana. También el Gobierno de Vicente Fox se ha visto beneficiado de unos recursos públicos no presupuestados con los que ha podido desarrollar programas no previstos. Y, desde luego, las naciones árabes han observado con placer los máximos históricos marcados estos días por el oro negro.
Porque el petróleo es la energía consumida por Occidente por la cual transfiere divisas a las naciones productoras. Es decir, a mayor precio, mayor transferencia de rentas y mayor impacto sobre los costes de producción. Por eso, las naciones occidentales se están planteando seriamente desvincularse de esta dependencia energética de países inestables políticamente e inentendibles para la cultura occidental.
El acuerdo de los gobiernos estaría impulsando a las compañías petroleras a desarrollar alternativas energéticas. Esas que mantienen ocultas en el cajón y que ahora podrían despertar con millonarios presupuestos de I D. Mientras tanto, los gobiernos debaten las medidas a tomar ante al alza del crudo.
Pero, a lo mejor, ya es hora de cambiar la mentalidad. Porque ocurre que uno de los grandes beneficiarios de la subida del petróleo es el mismo Estado que recauda un impuesto sobre hidrocarburos ligado al precio del crudo. Atemperar el impacto del alza del crudo -como hizo Francia el año pasado- permitiría aminorar el efecto negativo de la subida de precios.