Fuentes diplomáticas aseguran que al presidente ruso, Vladimir Putin no le agradó el discurso real. SM Juan Carlos I estuvo acertado al recordar que al terrorismo se le combate desde el Estado de Derecho. Una frase no especialmente original, pero que pronunciada ante el autor de la famosa frase Rusia no negocia con terroristas, los elimina y, sobre todo, ante el hombre que soluciona los secuestros matando a secuestrados y secuestradores es decir, que no hay acepción de personas-, hace que esas palabras suenen a reproche y el dictador ruso no está acostumbrado a acepar reproches.
Putin es un personaje con una sola ideología: el Estado fuerte. El antiguo agente de la KGB no es ni de izquierdas ni de derechas, pero es lo más antiliberal que existe: cree en un Gobierno absoluto que lo controla todo, desde las ideas a la empresa, la política y la economía, y especialmente el flujo informativo. Y como todo dictador disfrazado de demócrata, juega por todas las bandas, con Occidente y con Oriente. Combate el terrorismo islámico checheno con ferocidad, pero al miso tiempo alimenta la esperanza de Irán de convertirse en una potencia nuclear y utiliza su poder de veto en el Consejo de Seguridad para asegurar que Estados Unidos no imponga sus tesis.
A este tipo de personajes no les gusta que les pongan el dedo en la llaga. A lo mejor es que el discurso no lo cocinaron en Chez Moratinos, porque no fue nada insípido. Y lo que distingue a la cocina diplomática española de Zapatero es precisamente es promueve platos inodoros, incoloros e insípidos.
Es decir, que el discurso regio resultó de lo más oportuno.