Mons. Munilla, obispo de San Sebastián, en su libro Cartas sobre la mesa, cuenta en un artículo suyo publicado en el Diario vasco el 3 de septiembre de 2006, una anécdota que me ha hecho reír y pensar.
Dice él que siendo seminarista asistió a una conferencia de teología, y en un momento de pausa le dijo a uno de sus profesores que estaba sentado a su lado: "No me estoy enterando de nada".
Y éste le contestó: "No te preocupes, porque yo me estoy enterando de todo y no está diciendo nada".
¿No podíamos decir lo mismo de muchas homilías?
Si preguntamos a la salida lo que ha dicho el sacerdote muchos no sabrán qué decir, porque no se les ha quedado nada.
El sacerdote, al preparar la homilía debe fijar la idea que quiere trasmitir al auditorio y buscar el modo de exponerla para que sea asimilada.
Yo tengo una norma para mi predicación: ser breve, claro y convincente.
BREVE: porque lo bueno, si es breve, es dos veces bueno. Pero la brevedad no es el supremo de los valores. Si por ser breve dejo cosas importantes, esa brevedad es mala.
CLARO: hablar con tanta claridad que me entienda todo el mundo, pero con tanta precisión que me acepten las personas cultas. Si por ser claro digo cosas inexactas, las personas cultas rechazarán mi mensaje.
CONVINCENTE: para ser eficaz. Dar argumentos populares que se entiendan fácilmente, y refutar las objeciones que se les puedan ocurrir a los oyentes.
Por eso mis artículos procuro que sean BREVES, CLAROS Y CONVINCENTES.
Jorge Loring