Según el BBVA, la remodelación (y van tres en dos años) de su cúpula directiva tiene por objeto "una nueva aproximación al negocio bancario". Pero qué casualidad, se han marchado cuatro directores generales de Grupo (es decir, pata negra, según la terminología interna de la casa) tras perpetrar 52 años de edad. Es decir, se ha marchado Antonio Ortega, Gregorio Villalbeitia, José Fonollosa y José Antonio Fernández Rivero. El único directivo que permanece en la segunda potencia financiera española, con más de 58 años (el consejero delegado tiene 48) es un tal Francisco González, que trabaja como presidente de la entidad.
Es decir, el hoy machacado ex consejero delegado, Pedro Luis Uriarte, armó la marimorena cuando se emperró en que los jóvenes tenían sus derechos y que había que dejar libres todos los despachos de Dirección general a los 57 años de edad. Pero rebajar hasta los 52 parece excesivo, especialmente si no se predica con el ejemplo, dado que los presidentes pueden permanecer en el cargo hasta los 65 o 70 años de edad.
Pero no lo duden: durante el próximo discurso que el presidente del BBVA recitará ante los accionistas, se volverá a hablar de "nuestra plantilla, que constituye nuestro mejor activo".
Además, ha sido todo un detalle por parte de la superioridad: una semana se les quitan las opciones sobre acciones (bien quitadas están, dicho sea de paso) y a la siguiente se les despide. Eso sí, ninguno de los cesantes pasará apuros a fin de mes. Se van bien untados, eso fijo.
Por supuesto, seguramente para enriquecer la materia gris financiera del país, a los despedidos se les prohíbe trabajar en cualquier empresa financiera, sea banco, caja, cooperativa de crédito o chiringuito.
FG ha hecho bueno a sus predecesores, Emilio Ybarra y Pedro Luis Uriarte, a la hora de despreciar a los veteranos. Además, ha finiquitado la escuela de los antiguos bancos Bilbao y Vizcaya, que, junto al Popular y Bankinter, han constituido la cantera de banqueros del país.
La verdad es que puede pagar estos despidos, y, de esta forma, FG se rodea de la gente más dócil que pueda existir en una gran empresa: los jóvenes treintañeros que todavía tienen recorrido ascendente. Esos obedecen a voces de corneta. El lema de FG es: ni ricos en el Consejo ni expertos en el equipo ejecutivo. Es decir, que no hay "independientes". La remodelación del BBVA es buena para el presidente, pero no está tan claro que sea buena para el banco, ni para el país.
Es la historia de las prejubilaciones: un bonita historia nacional, una rémora para las empresas y un desperdicio de experiencia.