Las encuestas del domingo siguen dando al PSOE una ventaja de 3 puntos, pero existe un desfase: el miedo al inmigrante y a la delincuencia común pueden inclinar la balanza. Las propuestas de Rajoy para endurecer las penas contra la delincuencia, sobre todo juvenil, y contra la inmigración ilegal calan en el electorado: los españoles tienen miedo. Lo que más teme Rubalcaba es un atentado islámico, más que uno etarra. Otro flanco débil de PSOE: ZP es popular, pero no se confía en su pericia para tiempos de crisis
Las encuestas del ABC, El País La Vanguardia, (www.la-moncloa.es/ServiciosdePrensa/BoletinPrensaNacional/_2008/boln20080217.htm), publicadas el domingo 17 dan vencedor al PSOE, con una estimación de voto que le ofrece una ventaja de más de 3 puntos sobre el Partido Popular (en el caso de La Vanguardia, la ventaja es de 4 puntos). Sin embargo, todas esas encuestas sufren de un ligero desfase temporal ante el impacto definitivo de dos propuestas del PP que sí han calcado el electorado, tal como explicara Hispanidad (hispanidad.com/noticia.aspx?ID=21559): el endurecimiento de las penas contra la delincuencia común, especialmente juvenil, y para la inmigración ilegal, con el famoso Contrato de Integración.
Los españoles tienen miedo, y aunque el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, enarbole estadísticas afirmando que la delincuencia ha disminuido, el electorado no se lo cree. El miedo es libre, la sensación generalizada es que las calles se han vuelto peligrosas y que, si las estadísticas no lo reflejan, es porque la gente no denuncia y porque no confía en la protección del Estado, por lo que invierte cada vez más en seguridad privada. Estas pueden ser las elecciones del miedo, aún más que las del dinero, y todo ello a pesar de la crisis económica.
La referencia son los cinco puntos de ventaja que en 2004 le valieron la victoria, con 16 escaños de diferencia, al PSOE sobre el PP. Por tanto, si mantiene esa ventaja de tres puntos, ZP volverá a formar Gobierno. Ahora bien, si el factor miedo se impone, la gente apreciará la mano dura con el delincuente, que siempre se atribuye a la derecha, como salvación. Los dos debates entre Rajoy y Zapatero pueden encauzar estos sentimientos hacia un lado o hacia otro.
En paralelo, el ministro del Interior, Rubalcaba, conocido como Rasputín por su enorme capacidad para deformar la realidad, aunque, al mismo tiempo, uno de los agudos analistas con los que cuenta el Gobierno Zapatero, -junto a su enemigo, el asesor Miguel Barroso) continúa exhibiendo mano dura frente a ETA. Si el presidente francés Nicolás Sarkozy continua colaborando (acaba de hacerlo con la detención del resto del comando que atentó contra la Terminal 4 de Barajas, la gran tomadura de pelo de ETA a Zapatero) los intentos de ETA por asesinar antes del 9 de marzo se verán muy comprometidos. A cambio de esto, y de que no apoye a su colega ideológico Mariano Rajoy más de lo que exige el manuel, ZP está dispuesto a ofrecer cualquier cosa al francés, incluida Iberdrola.
No olvidemos que los etarras aman mucho su pellejo, y que nunca se arriesgan a cometer un crimen salvo que tengan muy clara la huída. Sin embargo, no ocurre lo mismo con los islámicos, fanáticos que se inmolan por la causa. Es decir, que matan y se suicidan a un tiempo. Ese terrorismo se lo pone mucho más difícil a las fuerzas de seguridad. Por eso, Rubalcaba realiza acciones como la detención de la famosa célula islamista de Barcelona, que, según el Gobierno, iba a atentar en breve, cuando, según fuentes policiales, se trataba de un conjunto de chisgarabís entre los que se encontraban hasta semi-confidentes policiales. En cualquier caso, lo que más teme Rubalcaba es un atentado islámico. Significaría que la Alianza de Civilizaciones –la única idea de corte ideológico de ZP en cuatro años de Gobierno, saltaría por los aires- y que el famoso apoyo del subvencionado mundo del espectáculo al Gobierno ZP –apoyo con mucho tirón popular- enraizado en la guerra de Iraq se difuminaría en cuestión de minutos.
En conclusión, van a ser las elecciones del miedo, aún más que las del dinero, a pesar de una crisis económica que ya sólo niega el Ejecutivo. Por cierto, el vicepresidente Solbes lanzaba una advertencia en la mañana del domingo, a través del diario La Vanguardia –antaño conservador y convertido hoy en un diario tan filosocialista y progre como El País o El Periódico-: según él se ha quedado al frente de la economía debido a la crisis, declaración que implica dos cosas: que por vez primera reconoce que hay crisis y que, además, le sirve como advertencia al jefe del Ejecutivo para que no se entremeta en la política económica y, más en concreto, para que no se entremeta dos ministros a los que SOlbes considera dos ignorantes de primera división: el titular de Trabajo y coordinador del programa socialista, Jesús Caldera, y la titular de Vivienda, Carme Chacón. En cualquier caso, serán las elecciones del miedo, del miedo al propio miedo. De los principios morales o sociales se habla poco. Precisamente, el temor reinante neutraliza la reflexión sobre ello, precisamente cuando más falta haría esa reflexión... entre otras cosas para conjurar el terror indefinido que muchos sienten hacia el presente y hacia el futuro, miedo siempre exagerado.
Hay un tercer punto que podrá provocar el vuelco a favor del PP, vuelco perfectamente posible por la enorme cantidad de indecisos –entre el 3º y el 40%-, muy superior en esta oacsión la efecto de la abstención que tanto pregona el PSOE. De hecho, los votantes al PSOE tiene más claro su voto que los previsibles del PP. Ese factor es que muchos españoles confían en ZP porque el consideran un moderado, a pesar de su política radical -por ejemplo en materia de vida y familia, o en su cristofobia- su imagen es la de un hombre dialogante y pacifista, el biotipo de político que gusta en España. Ahora bien, una cosa es que la gente confíe en su ‘moderación' y otra muy distinta que confíe en su pericia, en su eficacia par combatir la delincuencia creciente o para gobernar, no en tiempos de bonanza, sino en tiempos de crisis. Eso es harina de otro costal.