100.000 personas en un estadio pueden podrían cantar el Nabucco de Verdi sin desafinar. Lo que no sería posible si se tratara de 7. El pueblo, en su conjunto, siempre es maestro de moral, pero un individuo del pueblo, con un micrófono delante, puede eructar las majaderías del tamaño de una enorme berza.

Por eso, cuando ayer escuché a una mujer de la calle que al ser preguntada por un astuto reportero de TV sobre el hecho de que las cofradías apoyen a la Conferencia Episcopal en su campaña contra la ley del aborto, responder de la siguiente guisa:

-No sé, a mí esto de meter a Dios en estas cosas de religión...

Una chorrada sólo superada por la de la ministra de Fomento del Gobierno Zapatero, Magdalena Álvarez, cuando explicó que la campaña de la Conferencia Episcopal Española devaluaba la protección del lince. Esa queda para el estupidiario político nacional.

Al parecer, el editor de la noticia ni se tomó la molestia de analizar tamaña maravilla, seguramente hija de la improvisación. Pero el asunto tiene su enjundia: revela la profunda macedonia mental que anida en muchas mentes sobre Dios, la religión, la coherencia, el aborto y las cofradías de Semana Santa.

Hombre, parece lógico que las cofradías que reviven la pasión de Cristo, instrumentos de conversión y penitencia, se manifiesten en favor de la vida, aunque sean a costa de mezclar a Dios en estas cosas de religión.

Los mercaderes de la muerte lo tienen mucho más claro. Saben perfectamente que toda la masacre del aborto consiste en una cosa: que no se vea. Lo que no entra por los ojos es permisible. Si la gente contemplara un aborto -por ejemplo, éste- se convertiría en defensora de la vida. De ahí el empeño del Poder por ocultarlo.

De ahí, también, el empeño de esos mercaderes de la muerte por considerar el debate sobre el aborto como algo de mal gusto, sólo ávido para gente muy pesada, ultras, que ni siquiera admiten un abortito. No interesa que se hable. El aborto tiene que imponerse con la peor de las dictaduras, con el silencio. No rompáis el espléndido aislamiento, la lujosa y artística quietud de nuestras vidas. ¿Hablar de aborto es de mal gusto?

Por último, el mayor amigo de la persona y de la vida, el cristianismo, ha de ser no sólo el más vilipendiado, sino, lo que es más importante, dividido. De ahí, organizaciones como Católicos por el Derecho a la mujer. De ahí, por ello, que la decisión de la inmensa mayoría de las cofradías de Semana Santa resulte tan importante en estos momentos. No sólo por el testimonio sino porque supondrá una limpieza mental: no se puede ser católico y abortista: no se puede ser incoherente.

La mejor noticia para el Día por la Vida, el 25 de marzo, ha sido la de las cofradías, unida al Manifiesto de Madrid, donde la ciencia le recuerda al Gobierno que ella también  está contra el aborto y en defensa del más indefenso y más inocente: el concebido y no nacido.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com