Un feto, de trece semanas, es un ser vivo claro, lo que no podemos hablar es de un ser humano. Bibiana Aido, Ministra de la Igualdad.
Un feto de trece semanas es sólo eso, un feto de trece semanas. Victoria Camps, Presidenta del Comité de Bioética de España.
Estas frases han sido pronunciadas por dos mujeres con cargos públicos de primerísima categoría y cuyas opiniones pueden repercutir de manera directa en un colectivo muy numeroso de personas.
Por esa razón permítanme decirles que entiendo que las han pronunciado desde una ignorancia consentida, desde la perspectiva de alguien que se deja manipular, vendiéndose al mejor postor que le ofrezca seguridades y ventajas. De otra manera no lo entiendo. Porque desde mi profesión -bióloga, con la única pretensión de conocer y explicar la verdad científica de la vida- he aprendido que el genoma humano reunido desde un óvulo humano y un espermatozoide humano, producirá un cigoto humano y que este cigoto goza ya de una identidad biológica y biográfica única. Basta dejar que crezca y se multiplique, que sus células se especialicen, que se desarrolle y que al final nazca. Si lo destruyen en este camino hacia el parto no podrán comprobar la evidencia del desarrollo secuencial de una vida humana ni tampoco disfrutar a su debido tiempo de la genialidad de su persona. Tampoco del cariño de un posible hijo.
Por eso pienso lo de su ignorancia consentida, porque me cuesta entender cómo se puede pretender justificar con argumentos que dañan a cualquier talante intelectual que se precie, y más en provecho propio, hechos experimentados, que resultan en muchos casos casi evidentes y por lo tanto reconocidos, entre la ilustre comunidad científica.
En cualquier libro de texto de Biología a nivel de la ESO puede uno documentarse sobre el desarrollo secuencial y consecutivo de un paquete de información, el genoma humano, que se va expresando en los distintos estadios de la vida humana.
Al igual que una mariposa antes fue oruga o una rana antes renacuajo. Si se cargan a una oruga se han cargado a una mariposa porque desde luego no la han dejado que exista. Además el tipo de pruebas llamadas embriológicas a favor de las teorías de la evolución tienen también mucho que decir al respecto.
Por último quisiera preguntar cuál sería el sentido de las investigaciones con células madres, los bancos de cordones umbilicales, la selección de embriones, las alegrías y fiestas por la lectura del Genoma humano y un sinfín de preguntas relacionadas con la terapia génica si al final de cuentas, un genoma humano no es mas que eso, un ser vivo, pero sin la seguridad de que sea humano.
Recuerden sus famosas células madre embrionarias. ¿A qué nivel del desarrollo embrionario comenzaríamos a manipularlas para que se especializasen hacia un tejido humano? ¿O a esa edad no se trataría todavía de un tejido humano? ¿Transplantaríamos entonces un tejido a alguien, posiblemente a un hermano, desde algo que no era alguien -su propio hermano- sino todavía algo? En fin señoras Traten con más rigor la verdad de la vida humana.
Esperanza Eguia Padilla
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