El thriller del año 2016, de igual título, que nos sobrecogió y asombró por su sencillez pero, al mismo tiempo, su calidad argumental, ha sido el desencadenante de esta secuela más violenta y gore. Y eso que detrás del guión y la cámara se encuentran los mismos artífices: Fede Álvarez y Rodo Sayagués quienes, eso sí, se han intercambiado los papeles pasando Álvarez a encargarse solo de la escritura de la historia.

Ocho años después de los terroríficos eventos de No Respires. Norman Nordstrom vive ahora con una niña de 11 años llamada Phoenix, la hija que siempre quiso tener. Norman es sobreprotector con ella, mientras guarda silencio sobre su origen y le enseña técnicas de supervivencia que serían útiles incluso para avezados marines. Pero cuando  un grupo de intrusos entran en su casa, en busca presumiblemente de la menor, Norman volverá a sacar el ser oscuro que lleva dentro.

Si la primera entrega, en la que los ladrones eran tres jóvenes sin futuro que se dedicaban a entrar en domicilios ajenos y ponían en la diana a un ciego que vivía solo, aquí los asaltantes son una banda de malhechores que buscan a la niña adoptada por el protagonista por razones que se desconocen. La diferencia entre ambas es que el hiperrealismo utilizado en la primera que, de alguna forma, hacia creíble el argumento, en esta ocasión se diluye cayendo en una galería de villanos rayando lo esperpéntico y donde la violencia explícita y gore no tiene límites, resultando, en muchos momentos, innecesaria.

Como sucedía en la original, No respires 2 vuelve a rodarse en una casa, un espacio cerrado, claustrofóbico y solo sale fuera de para dar todavía más rienda suelta a lo sórdido. Rodo Sayagués, en su faceta de director,  demuestra que saber rodar bien y mantener la tensión, pero se encuentra con el escollo de una historia menos pulida, en la que vuelve a jugar con el elemento de que el miedo no sólo lo provocan fenómenos sobrenaturales o criaturas espeluznantes, sino monstruos humanos. No obstante, insistimos, en esta ocasión tan exagerados física y moralmente que resultan falsos. Por ello, si en la película del 2016, se lograba empatizar con la chica asaltante, porque perseguía un buen fin a pesar de dedicarse al robo, en ésta el espectador es imposible que simpatice ni con Norman ni con los malvados porque todos destilan una violencia que apabulla. Tan sólo la niña Phoenix, interpretada de forma notable por la jovencísima actriz Madelyn Grace, resulta agradable.

 Al igual que en la primera, el elemento español de la película lo encontramos en la banda sonora, compuesta por Roque Baños.

 

Para: los que les gusten las películas con suspense aunque salte la sangre hasta las butacas.