• Un nuevo mundo: el divorcio entre el poder y el pueblo.
  • Y, en plena sociedad de la información, entre los medios de comunicación y el público.
  • ¿Está el régimen democrático en peligro?
  • Sí, por mor del progresismo.
  • ¿O simplemente está secuestrado?
  • Al parecer, en Estados Unidos hay 59 millones de ultras.
  • Para entendernos, el mundo se ha cansado de lo políticamente correcto.
  • Lo que no significa que haya vencido a lo políticamente correcto.
  • Y cambia la terminología: ¿cómo definimos el populismo?
El problema para entender el triunfo de Donald Trump -yo no lo creía posible- es que les ha vencido a todos. A los demócratas, a sus propios compañeros republicanos, a las encuestas, a los periodistas, a los socios internacionales de Estados Unidos, a los políticamente correctos, al Nuevo Orden Mundial (NOM), que apostaba por Hillary, a los mercados financieros, al poder institucional, tanto político como económico, a los medios informativos, volcados con la candidata del Partido Demócrata. Dicho de otra forma: los norteamericanos han abofeteado al Nuevo Oden Mundial (NOM) y lo han hecho en la cara de Hillary pero con repercusión en todo el planeta. Por vencer, Trump ha vencido a los profetas. Verbigracia: ya habían comenzado las votaciones en Estados Unidos cuando RTVE, desde Madrid, bebía de la sabiduría de un profesor, especialista en Estados Unidos, un experto de tomo y lomo, quien se burlaba de Donald Trump por aferrarse a los adultos o de raza blanca para ganar las elecciones, gente según nuestro sabio, bastante ignorante. Mujeres, hispanos, jóvenes, pobres todos estaban con Hillary. Vistos los resultados, al parecer hay muchos adultos blancos cabreados en USA. Es más, la misma RTVE, 'motu proprio', insistía en que a Trump le apoyan los ultraconservadores. Al parecer, hay casi 59 millones de ultras en Estados Unidos. En resumen, la única conclusión que puede extraerse es que la gente, en todo el mundo, se ha cansado de lo políticamente correcto, aunque eso no supone que la sociedad haya venido al imperio de lo políticamente correcto. Ahora bien, lo más importante que revela la victoria por la mínima, pero contra todo pronóstico, es el divorcio existente entre la clase dominante, entre el poder, y el pueblo. No sólo eso, en la sociedad de la información, el divorcio más acusado es entre los medios informativos y el conjunto de los ciudadanos. Y ese divorcio atenta contra la médula de la democracia. Es más, es de justicia preguntarse si la democracia está en peligro. Mejor si el actual sistema parlamentario está viciado. Si no, porque cada vez que decide la ciudadanía arrea una bofetada a las instituciones y a los medios informativos. Es como si la sociedad no se sintiera representada por ninguno de esos dos portales clásicos: el Parlamento y la prensa, por decirlo así. Y esto es lo grave. El gran hecho de nuestra democracia, lo que podría poner en peligro el sentido mismo del sistema o el divorcio existente entre representantes y representados. Si eso se lleva al límite sería el final de la democracia. Así, como suena. Lo que está claro es que el progresismo imperante es culpable. Se ha convertido en una estafa permanente a la ciudadanía, a la que se califica de soberana cuando se la quiere tildar de idiota. Y el segundo examen de conciencia corresponde a los medios informativos. Y luego está lo del populismo. ¿Quién es populista, el británico Nigel Farage (UKIP) o la francesa Marie Le Pen, del Frente Nacional? ¿Es populista el español Pablo Iglesias? Y más: ¿el populismo es de izquierdas o de derechas? ¿Es cristiano o ateo? Porque parece que lo de populista ya no significa nada y, simplemente, se ha convertido en un insulto. Eulogio López eulogio@hispanidad.com