Los picapiedra-comecuras
El socialista Pedro Sánchez y el comunista Pablo Iglesias siguen autocalificándose a sí mismos, y a su Gobierno, como progresistas.
Ya saben lo que en opinión de Hispanidad es el progresismo: abajo los curas y arriba las faldas. Quien se sienta en posesión de la verdad es un fascista y la felicidad exige la máxima liberación sexual. Lo primero es una estupidez y lo segundo un continuo desencanto. Sentirse en posesión de la verdad no es altanería, es sentido común. Si concluyes algo, es porque crees que es verdad.
El progreso continuo no existe. El progreso no es más que la rutina, siempre antigua, siempre nueva, del ritmo
En cuanto al sexo, piensen en aquella película donde un rijoso pasa por mil y una humillaciones para conseguir a su presa, hasta preguntarse: “¿Y todo esto por un polvo?”. No hay nada más cansino que el sexo animal, sin entrega y sin fruto, sin eso que nuestros clásicos llamaban romanticismo.
Pero concepto tan antiguo como el de progresismo, que ya nació anticuado necesariamente, exige volver a su origen para comprender lo poco de serio que pueda anidar en su interior.
La vida no es cambio, ni para mejor ni para peor, la vida es ritmo. Y si no es ritmo, mal vamos. “Que siga el gran mundo por siempre haciendo sonar las sonoras rutinas del cambio”, aeguró el amigo Tennyson, para señalar que no todo cambio es siempre para mejor ni todo estancamiento es siempre para peor. Y, sobre todo, que la vida se rige por el ritmo de las estaciones: tras el verano llega el otoño -incluso con coronavirus- pero, ojo, se trata del mismo otoño del pasado año y será el mismo otoño de 2020. No es progreso, es ritmo reiterado. Con los ritmos reiterados se hacen las melodías, con el cambio continuo, sólo ruido.
Con los ritmos reiterados se hacen las melodías, con el cambio continuo, sólo el ruido
Chesterton aseguraba que el error del conservador y del progresista es el mismo: creen que la verdad está vinculada con la época, con el tiempo, cuando lo cierto es que está vinculada con la eternidad. Suya es la frase: Siempre que alguien alega 'pero, ¿cómo puede usted decir eso en pleno siglo XX?', me dan ganas de responderle: 'querido amigo, ¿cómo puede decir usted eso en pleno miércoles por la tarde?'.
Pero, créanme, de todo esto saben muy poquito dos grandes progresistas españoles: Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Por eso, porque son progres.