Los hechos: una manifestación pro Donald Trump (una verdadera provocación, oiga usted) atraviesa la ciudad de Portland para protestar contra el vandalismo del movimiento BLM (Black Lives Matter). A uno de los participantes le disparan y mueren. Pues bien, El País titula: “Un muerto por disparos en Portland en un choque entre seguidores de Trump y de Black Lives Matter”.

Por supuesto, el diario, casi todos los diarios progres, de izquierdas o de derechas, se cuidan mucho de recordar, que parece, tirando a obvio, que fueron los antirracistas de BLM quienes mataron al seguidor de Trump… como se habría titulado cualquier otro asesinato de signo opuesto. Y, naturalmente, el asesinado era un ultraderechista de mucho cuidado.

Las redes sociales son bestiales pero sinceras, los medios periodísticos somos rigurosos pero mentirosos

La inferencia final es obvia: el culpable del homicidio no es BLM sino Donald Trump que va provocando. Los progresistas siempre acaban cayendo en la mito de la minifalda: la culpa es de la violada porque iba provocando, con una minifalda exagerada.

Y cuando la policía explique los pormenores no duden que los medios españoles -mis queridos colegas- optarán por no comentar mucho (ya será menos noticia) e insistir en que Donald Trump está “polarizando Estados Unidos”. En otras palabras: que el culpable de la violencia creciente, en plenas elecciones presidenciales, es Trump.

El movimiento BLM es una patraña interesada, relanzada para derrotar a Trump en las elecciones de noviembre y borrar la huella cristiana -si cristiana- de Estados Unidos. La cosa ha quedado clara en el acontecimiento informativo más manipulado de la pasada semana: la convención del Partido Republicano que nominó a la Presidencia de Estados Unidos a Donald Trump. La diferencia entre lo que ocurrió (vedlo aquí sí como el paralelo de la Convención demócrata) y lo que cuentan la inmensa mayoría de medios occidentales que ocurrió demuestra dos cosas:

  1. Que aún mayor que el divorcio entre políticos y electores es el divorcio entre medios informativos y público. Luego nos extrañamos los periodistas de que las redes sociales, con todas sus barbaridades, nos están quitando el puesto. Lógico: los particulares vierten sus higadillos en las redes sociales pero los periodistas solo contamos lo políticamente correcto. Es decir, las redes sociales pueden ser salvajes pero sinceras, los periodistas sólo somos rigurosos, o sea, mentirosos.  
  2. Que la principal virtud cívica es la valentía y su hermano mayor, la coherencia de vida.

Porque lo que estamos viviendo es un impostura general por caradura (por ejemplo, la caradura de Joe Biden) o por miedo al qué dirán, por ejemplo los jugadores de la NBA, sobre todo los blancos, como el español Pau Gasol, que merece cambiar el acrónimo tradicional de Negros Bastante Altos (NBA) por el de “NBA: negros y blancos atontados”.

Gasol ha optado por lo políticamente correcto… porque tiene miedo a decir la verdad, esto es, a enfrentarse a la atmósfera dominante

Insisto, el problema no es el plante de los deportistas de color para que Trump pierda las elecciones de noviembre. Estos simplemente aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid. El problema más gordo tampoco es Joe Biden, que es político y, por tanto un jetas que aprovecha cualquier ocasión, al precio que sea, para dañar al adversario Trump.

No, el problema más preocupante es Pau Gasol, un jugador blanco que se ve obligado a avalar la gran mentira del racismo en la actual Norteamérica soltando un mitin ante las cámaras de TV sobre la ancestral persecución de los negros, como si viviéramos en los tiempos de la esclavitud y como si la legislación norteamericana, o cualquier otra legislación occidental, marginara a alguien por el color de su piel.

Sencillamente, Gasol ha optado por lo políticamente correcto porque tiene miedo a decir la verdad, esto es, a enfrentarse a la atmósfera dominante. ¡Qué desilusión: Pau sufre de síndrome de Estocolmo!

Y son los ‘gasoles’ los que han dado alas a un movimiento de ideología guerracivilista, marxista y cristófobo, que no es más que una impostura flagrante… y que puede costar muchas vidas.

Así que las redes sociales han reaccionado como se esperaba. Con más sinceridad que los medios informativos -y mira que me duele reconocer esto, como periodista que soy-. Las redes sociales han denunciado la gran mentira del ‘culpable Donald Trump’. Y es que estos patios de comadres son bestiales pero sinceros. Los medios periodísticos somos rigurosos pero mentirosos.