El aprovechado, el engreído y el despistado.
Pedro Sánchez no ha dicho nada en la calle Ferraz, después de hacer esperar a los españoles: el último líder político en salir, que, por hacer esperar, hace esperar hasta a SM el Rey de España.
No deja ni que le aplaudan, tanta es su humildad. “¿Me dejáis terminar?”, insistía, molesto, ante sus seguidores en la calle Ferraz. “Por favor, por favor”, insistía, que “no me dejáis hablar”.
El PSOE juega a todo con tal de mantenerse en el poder, según costumbre: juega a PP pero también a guerracivilismo, es decir, socialismo, comunismo y separatismo
A continuación, dejó bien claro que él iba a seguir en Moncloa y que, para conceder al resto de partidos el honor de investirle presidente, realizaba un llamamiento a todas las formaciones políticas, salvo a aquellos que se autoexcluyen de la convivencia y “siembran el discurso del odio y de la antidemocracia”. Ya saben, la ultraderecha, Vox.
O sea, lo mismo de siempre: coquetear con los opuestos para mantenerse en el progresismo moderado, un invento del Sanchismo, que no deja de ser una ‘contradictio in terminis’.
Se refería a Vox, naturalmente, que el sectarismo no está reñido con la cursilería. Al menos, no en Pedro Sánchez.
Es decir, que ante Pedro Sánchez, se lanza cualquier posibilidad con tal de permanecer en Moncloa: o un gran pacto, ojo, no gran coalición, con el PP, porque el que el partido acepte facilitar la investidura de Sánchez a cambio de una serie de condiciones que le atribuyan a Casado la condición de estadista por la estabilidad, o bien volver al frente-populismo de la moción de censura, donde cabríann hasta los proetarras de Bildu, asesinos morales -o físicos, depende de quién hablemos- de, también, mandos socialistas.
El desquicie de Pedro Sánchez: se molesta hasta con sus militantes y abandona el escenario de Ferraz, cabreado
Puede que sea la única solución dado los resultados de ayer domingo, pero conste que el pacto PSOE-PP no es bueno para España. Es lo único que se puede hacer para salir del atolladero donde el propio Sánchez se ha metido: a pesar de todo el empujón que da Moncloa, ha pasado de 123 a 120 diputados y ha disparado los nacionalismos vasco y catalán: ¡eres grande, Peter, muy grande!
Ahora bien, tras el 10-N, volvemos a lo de siempre, un partido progre de izquierdas unido a un partido progre de derechas. Y por otra parte, lo que desea el Nuevo Orden Mundial (NOM) es precisamente eso, el espejismo de una falsa democracia compuesta por dos partidos progres de izquierda y dos partidos de derecha progre (ahora uno solo). Quien sobra en la ecuación es Vox.
El NOM no busca una gran coalición, pero sí un gran pacto PSOE-PP. Y conste que no es bueno para España
Enfrente, sólo queda eso, el Vox de Santiago Abascal, votado por 3,5 millones de españoles, gran vencedor de la noche del domingo y el objetivo a batir por el NOM, no porque sea ultraderechista, que no lo es, sino porque es un partido cristiano, es decir, enemigo del Nuevo Orden.
Ahora bien, no me gustó mucho el discurso patriota de Santiago Abascal tras conocerse los resultados. En pocas palabras: más le vale a Abascal unir cristianismo a patriotismo o será flor de un día.
Además, de otra forma habrá que preguntarle aquello de “unidad de España, bien pero, ¿en torno a qué, don Santiago? Sólo puede ser en torno a la fe cristiana que es la creadora de esa España por la que suspira.