“No sabemos exactamente qué nos deparará el futuro, pero, como mínimo, asumimos que incluirá una mala recesión combinada con algún tipo de estrés financiero similar al de la crisis financiera global de 2008”, afirmó Jamie Dimon el lunes, en una carta a los accionistas de JP Morgan Chase publicada en Financial Times. El presidente del mayor banco de Estados Unidos no quiere que el futuro pille a nadie desprevenido y se prepara para lo peor: “Nuestro banco no puede ser inmune a los efectos de este tipo de estrés”, aseguró.

Este es el futuro que augura una de las entidades más grandes del mundo y que atraviesa uno de sus mejores momentos, con ingresos y beneficios récord en 2019. El presente ejercicio, sin embargo, no pinta bien: “Es de esperar que nuestras ganancias bajarán de forma significativa en 2020”, admitió Dimon. La crisis que se nos viene encima puede ser tan profunda, que el banco estudia adoptar una medida inédita hasta ahora, que ni siquiera se tomó en 2008: suprimir el dividendo.

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Pues si eso es lo que espera JP Morgan que ocurra en la economía norteamericana, imagínense lo que puede suceder en la española. Los datos de marzo, mes en el que comenzó el confinamiento forzoso, son muy alarmantes, con más de 122.200 empresas destruidas en nuestro país, más de 834.000 empleos perdidos y la baja de más de 40.000 autónomos. Y eso en quince días.

El dividendo de los bancos españoles con cargo a 2020 corre serio peligro y no sólo por la recomendación del BCE. El Santander ya lo ha dejado en el aire, a expensas de la evolución de la economía tras el confinamiento forzoso. El futuro para la banca es de color de hormiga, aunque sí es cierto que las entidades están mejor preparadas ahora que en 2008. Pero no lo olviden: el banco bueno no es el que tiene mucho capital sino el que tiene poca morosidad. Y con tanto desempleo…